Magacela es hoy un pequeño pueblo que aún conserva
parte de su orgullo antiguo, gracias al recuerdo de su desafiante castillo, que
dominaba los horizontes casi infinitos de sus fronteras.
Pero no muchas personas conocen el evocador significado
del nombre de Magacela. Nombre que podríamos decir con verdad "alto,
sonoro y signi-ficativo".
Cuando caducaba el primer tercio del siglo XIII, Arias
Pérez, tercer maestre de la
Orden de Alcántara, se propuso humillar, o quizá vengar, de
la morisma las atrevidas incursiones, que en sus momentos de grandeza había
realizado Amed-Ben-Alí, humillando una y mil veces a los cristianos.
Los alcantarinos lograron reconquistar fortalezas y
castillos tan estratégicos como Zalamea, Medellín y Benquerencia. Significaba
esto herir profundamente el orgullo musulmán y no era fácil su aceptación.
Amed-Ben-Alí intentó quebrar los éxitos cristianos y
convirtió su castillo en un baluarte inexpugnable donde se aunaban por igual
las defensas naturales con las artificiales. No existía un palmo de terreno
que no estuviera cuidado-samente defendido, dispuesto para lo que se creía un
ataque imposible, o cuando menos suicida.
La noticia de la toma del castillo de Benquerencia por
los cristianos no alteró el rostro enjuto y soleado del Alcaide moro. ¡Tan
seguro estaba de sí mismo!
Cuando supo los detalles de la derrota no pudo esperar
más. Su nerviosismo y su rabia le aconsejaron anticiparse a la llegada del
maestre Arias Pérez. Dejó a su hija la defensa del castillo y él, en persona,
con lo mejor de su ejército salió en busca de los triunfadores.
La calcinada y rojiza llanura de Quintana de la Sere na, fue el lugar de
encuentro entre moros y cristianos. La lucha no pudo ser más feroz. Las tropas
de los dos bandos estaban mentalizadas física y espiritualmente para la
victoria o para la muerte. Y el resultado: muerte para unos y victoria para los
demás. Cupo la suerte de morir a los hijos de Mahoma que dejaron la llanura
sembrada de cadáveres, abrazados muchas veces a los de los cristianos.
Cuando caía la tarde fulgurante y plomiza del otoño,
sobre las tierras polvorientas apenas se podía mirar otra cosa que charcos de
sangre y cuerpos sin vida. Apenas se escuchaba otra cosa que los gritos de los heridos
y el silencio de los muertos. Y entre estos últimos, con sus selectos
guardianes, yacía el caudillo moro Amed-BenAlí. Cuando los vencidos
presentaron los fríos despojos del padre a Leila, su hija, juró ésta también o
vencer o morir.
Leila era, además de una heredera moruna, una belleza
singular. Su nombre no era Leila, sino "Leila la Be lla". La fama de su
hermosura era tan singular que cuando se pronunciaba el nombre, se añadía sin
más su proverbial apellido: "La
Bella ".
Aquella mujer de tez bronceada, de ojos oscuros, esbelta
de cuerpo y de talle escultural, no fió jamás a sus cualidades femeninas la
razón de su caudillaje. Era, además, valiente, atrevida hasta el heroísmo.
Cuando se presentaba vestida para el combate, los soldados creían ver en ella
la prolongación resucitada de las cualidades de su padre.
Eran los días finales del año 1233.
Los cristianos no querían pasar los días señalados por
la tranquilidad y la paz de Cristo en aquella lucha tan feroz y tan
prolongada.
Arias Pérez, el maestre de Alcántara, se dirige a Magacela.
Ya había liquidado la resistencia en Trujillo. Trujillo era entonces la
fortaleza y plaza señorial que sólo admitía parangón con la de Cáceres.
Arias Pérez conocía las dificultades del soberbio reducto
de Magacela. La fuerza aglutinante que significaba Lelia, entre la morisma.
Cuando la atacó, uno tras otro, se sucedieron sin interrupción
los intentos de asalto, sin que los alcantarinos lograran sus objetivos.
Las noches eran las que únicamente obligaban a todos
a buscar el silencio y la tregua pasajera. Pasajera porque los sitiados y
sitiadores redoblaban cada noche sus planes para el siguiente amanecer. Un día
u otro llegaría el desenlace final.
El maestre, hábil estratega, estudia un proyecto: dividir
sus tropas en tres grupos. Dos de ellos formados por jinetes llevarían en la
mano "un grueso entretejido de paja embreada que habrían de encender a una
vez y cuyo fuego aumentaría con la violencia del galope desenfrenado de los
caballos.
El tercero, a cuyo frente iría él, ascendería hacia la
puerta del castillo con ánimo de penetrar por ella. Entonces los sitiados
acudirían a los muros que miran hacia Medellín, seguros de que por aquél lugar
habría de ser el asalto.
Una de aquellas noches, cuando apenas habían pasado
las primeras horas del atardecer, los defensores contemplaron de improviso un
espectáculo que les pareció dantesco. Miles de fuegos avanzaban en la noche,
acercándose veloces a las murallas. Sin que pudieran imaginar que esa era su
gran equivocación se precipitan todos sobre las almenas y gritan: ¡los
cristianos, los cristianos!, mientras se aprestan para la defensa.
Leila, que disfrutaba de una abundante y bien servida
cena, para celebrar no sé qué acontecimiento, sube a la torre principal y
volviéndose a los suyos grita iracunda:
-"Amarga cena, amarga cena para mí. ¡Resistid mis
leones"!
Demasiado tarde.
La puerta de la fortaleza había caído hecha pedazos y
los infantes del tercer cuerpo del ejército eran dueños de gran parte del
castillo, cuyos hombres, con su capitán al frente, llenaban el patio principal
y las mismas murallas conquistadas por la espalda de los defensores.
Ensombrecida en lo alto de la escalera, pero radiante
de dignidad y de vigor, mirando a Arias Pérez, el maes tre de Alcántara, que
intentaba subir hacia ella, Lei.a, Ía Bella Leila, antes que caer en brazos de
los cristianos levanta briosamente su yatagán, el retorcido puñal moruno, y
clavándolo en su corazón, rueda escaleras abajo hasta reposar sangrante a los
pies del conquistador, que sólo puede arrodillarse y besar su sangre de virgen
y de heroína.
"Al levantarse el caserío que hoy vive al abrip
del viejo genízaro de piedra, púsosele, en recuerdo de la frase de Leila `La Bella' el nombre de AMARGA
CENA; mas como el tiempo todo lo cambia a su capricho deshizo el primero, lo
convirtió en MALGACENA y, en la actualidad, es MAGACELA -linda corrupción, la
villa sosegada de los PRIORES que fueron".
FUENTES:
-Vicente
Mena, "Leyendas Extremeñas". -Gervasio Velo y Nieto, "Castillos
extremeños".
Fuente: Jose Sendin Blazquez
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anonimo magacela-extremadura
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