Translate

jueves, 6 de septiembre de 2012

La laguna de vacaras

Así llaman a un pequeño y profundo lago que entre las alturas abruptas de Sierra Nevada ofrece al sol el límpido espejo de sus aguas. Muy de cerca de él se al­za el ingente pico de la Veleta. Y en torno al lago y al monte, la imaginación popular ha tejido sus leyendas.
En cierta ocasión, un pastor condujo su rebaño por los riscos y fragosidades hasta las elevadas orillas de la laguna de Vacaras, cuando he aquí que vio a dos hombres que se acercaban hacia donde él estaba. Iban extrañamente ataviados, y uno de ellos llevaba en las manos un libro abierto, mientras el otro sostenía una hermosa red de pescador.
Se detuvieron a corta distancia del pastor y el pri­mero de ellos, inclinando su vista sobre las páginas del libro, leyó unos momentos y dijo a su acompañante:
-Echa la red.
La red se hundió en las aguas del lago y al momento la sintieron cargada. Tiraron con vigor hacia la super­ficie y sacaron un caballo negro. Y el del libro, con des­deñoso semblante, exclamó:
-No, no es éste; echemos de nuevo la red.
Y la echaron, y a los pocos instantes vieron salir un caballo variegado.
-Tampoco, tampoco es éste -dijo con impacien­cia el lector; probemos una vez más. Echa la red.
Un caballo blanco apareció sobre el agua tranquila.
-Basta: éste es -murmuró el del libro.
Nada respondió su compañero. Y ambos, subiendo sobre la blanca montura nacida del lago, partieron en silencio.
El pastor contemplaba la asombrosa escena. Los vio marchar y nunca volvió a saber más de ellos.
No falta leyenda que asegure que del lago tranquilo y apacible saldrá un día del monte e, irrumpiendo fe­roz e inclemente, anegará la ciudad. Y Granada y su vega desaparecerán bajo el turbión. Esto es tan cierto, que una noche un pastor que estaba sentado junto al lago, oyó una voz que interrogaba, amenazadora:
-¿Quieres que rompa el dique? Dime que sí, e inun­daré Granada.
Y otra voz, grave y piadosa, respondía:
-Todavía no, todavía no.
Otra vez fue un fraile el que, estando sentado a la orilla del lago, se vio sorprendido por la ingrata pre­sencia del diablo, que merodeaba por aquellos luga­res, en busca de almas a quienes tentar.
El viajero que abandone las inmediaciones de la la­guna de Vacaras y prosiga su ascensión hacia el pico de la Veleta, podrá ver en la cima de esta magnífica altura unos ruinosos y pétreos restos, que son proba­blemente las reliquias de una antigua torre que daría nombre al pico.
La leyenda opina de otro modo respecto del origen de estas ruinas que coronan el monte:
Hubo en lejanos tiempos, en Granada, un moro tan sabio como viejo, que agrupaba junto a sí a numero­sos servidores y discípulos.
Un buen día tomó a sus hombres y subió al picacho. Y habitaron en los edificios que remataban la cima.
Siete años pasaron, y los solitarios moradores de la cumbre vivían felices. Y en aquellos siete años, ni llu­vias ni tormentas oscurecieron la límpida diafanidad del cielo suspendido sobre el pico, ni la clara transpa­rencia del horizonte.
Al cumplirse los siete años y un día, el viejo árabe miró hacia el mar lejano, y de él parecía levantarse, tenue y perezosa, una nubecilla casi del tamaño de la mano de un hombre. Se elevaba sutil, como un jirón de gasa. El viejo sabio la contempló y llamando a los suyos, les dijo:
-La tempestad se aproxima. Marchemos, pues, de aquí, hijos míos.
Todos le obedecieron, bajando presurosos por las es­carpadas laderas. Y en la cima se desencadenó la furia incontrastable de la tempestad, y los maravillosos edi­ficios sucumbieron al furor ciego de los elementos.

099. anonimo (andalucia)

No hay comentarios:

Publicar un comentario