En las montañas de Sant
Llorenl, próximas a Barcelona, hay muchos refugios y cuevas; entre ellas, una
de las más conocidas es la cueva del Dragón. Naturalmente, a nombre tan
sugestivo tiene que corresponderle una leyenda. Y, en efecto, así es.
En tiempo de los moros,
viendo éstos la valentía y bravura de los cristianos y cuán difícil iba
resultando la conquista de la
Península , decidieron traer de África, para ayudarse, un
monstruo pequeñito, especie de dragón, «que corría como un buey y volaba como
un ave de rapiña». Lo subieron por el río Llobregat y lo dejaron en las cuevas
de la montañas de Sant Llorenc.
Mientras fue pequeño, los
mismos moros se encargaron de llevarle ovejas, con las cuales se alimentaba;
pero conforme se hizo mayor, comenzó primero a diezmar los rebaños, y después
a atacar y devorar personas, sembrando el terror en la comarca. En vista de
ello, el conde Guifré mandó al caballero Spes, acompañado de varios jinetes,
para que fuera a la busca y captura de semejdnte monstruo.
Cuando llegaron, estaba
devorando a un hombre; pero rápidamente, soltó su presa y arremetió contra el
escuadrón, volando, bramando y lanzando silbidos que asustaron a los caballos,
los cuales se precipitaron por una sima, que desde aquel momento se llamó «la Si ma de los Caballos».
La empresa fue un completo
fracaso, y los caballeros se vieron precisados a volver a pie, asustados y
derrotados.
Ante tal hecho, fue el
mismo conde el que se decidió a matar al dragón.
Armado con su lanza y
espada, y provisto de una gruesa rama de árbol, se presentó en la cueva del
monstruo. Allí le provocó, empujándole y golpeándole con la rama; pero el
dragón la cogió y la rompió en dos pedazos. Entonces comenzó a bramar y silbar
como acostumbraba. Con sus movimientos, los dos trozos de la rama de árbol
quedaron colocados en forma de cruz. Esto fue interpretado por el conde como
feliz presagio, y arremetiendo con toda su fuerza, le atacó con la espada. Le
dio algunos golpes, pero sin conseguir apenas herirlo; aquel animal repugnante
parecía ser invulnerable. Comenzó a volar, y cogiendo al conde Guifré con sus
garras, se lo llevó.
Todo parecía perdido. Sin
embargo, el conde, sin dejar de encomendarse a Dios y mirando aquella cruz hecha
por el mismo dragón, y que seguía esgrimiendo entre sus tentáculos, le atacó
con su lanza al corazón y lo mató.
Fue a morir en un monte
próximo, que desde entonces se llamó «el Cerro de la Cruz ».
Se le quitó la piel al
dragón, y, rellenándola con paja, fue llevada a Barcelona, donde todos
pudieron contemplar el terrible animal y alabar la valentía del conde.
103. anonimo (cataluña)
No hay comentarios:
Publicar un comentario