Translate

jueves, 6 de septiembre de 2012

El dragón de sant lloreng

En las montañas de Sant Llorenl, próximas a Bar­celona, hay muchos refugios y cuevas; entre ellas, una de las más conocidas es la cueva del Dragón. Natural­mente, a nombre tan sugestivo tiene que corresponderle una leyenda. Y, en efecto, así es.
En tiempo de los moros, viendo éstos la valentía y bravura de los cristianos y cuán difícil iba resultando la conquista de la Península, decidieron traer de Áfri­ca, para ayudarse, un monstruo pequeñito, especie de dragón, «que corría como un buey y volaba como un ave de rapiña». Lo subieron por el río Llobregat y lo dejaron en las cuevas de la montañas de Sant Llorenc.
Mientras fue pequeño, los mismos moros se encar­garon de llevarle ovejas, con las cuales se alimentaba; pero conforme se hizo mayor, comenzó primero a diez­mar los rebaños, y después a atacar y devorar perso­nas, sembrando el terror en la comarca. En vista de ello, el conde Guifré mandó al caballero Spes, acom­pañado de varios jinetes, para que fuera a la busca y captura de semejdnte monstruo.
Cuando llegaron, estaba devorando a un hombre; pero rápidamente, soltó su presa y arremetió contra el escuadrón, volando, bramando y lanzando silbidos que asustaron a los caballos, los cuales se precipitaron por una sima, que desde aquel momento se llamó «la Si­ma de los Caballos».
La empresa fue un completo fracaso, y los caballe­ros se vieron precisados a volver a pie, asustados y derrotados.
Ante tal hecho, fue el mismo conde el que se deci­dió a matar al dragón.
Armado con su lanza y espada, y provisto de una gruesa rama de árbol, se presentó en la cueva del mons­truo. Allí le provocó, empujándole y golpeándole con la rama; pero el dragón la cogió y la rompió en dos pedazos. Entonces comenzó a bramar y silbar como acostumbraba. Con sus movimientos, los dos trozos de la rama de árbol quedaron colocados en forma de cruz. Esto fue interpretado por el conde como feliz pre­sagio, y arremetiendo con toda su fuerza, le atacó con la espada. Le dio algunos golpes, pero sin conseguir apenas herirlo; aquel animal repugnante parecía ser in­vulnerable. Comenzó a volar, y cogiendo al conde Gui­fré con sus garras, se lo llevó.
Todo parecía perdido. Sin embargo, el conde, sin de­jar de encomendarse a Dios y mirando aquella cruz he­cha por el mismo dragón, y que seguía esgrimiendo en­tre sus tentáculos, le atacó con su lanza al corazón y lo mató.
Fue a morir en un monte próximo, que desde enton­ces se llamó «el Cerro de la Cruz».
Se le quitó la piel al dragón, y, rellenándola con pa­ja, fue llevada a Barcelona, donde todos pudieron con­templar el terrible animal y alabar la valentía del conde.

103. anonimo (cataluña)

No hay comentarios:

Publicar un comentario