El rey era bueno, pero tenía muchos
enemigos. Las grullas, fieles y leales, estaban preocupadas por él. Era
posible, especialmente de noche, que el enemigo rodease el palacio para
apoderarse del soberano.
-¿Qué haremos? -se preguntaron. Los
soldados, en vez de hacer guardia, se duermen; los perros, siempre de caza y
siempre cansados, no se enteran de nada. A nosotras toca vigilar el palacio y
hacer dormir sueños tranquilos a nuestro rey.
Y así, las grullas decidieron
transformarse en centinelas, asignándose a cada cual una zona con turnos
regulares de guardia.
El grupo más numeroso se distribuyó
por el prado que rodeaba el palacio; otro grupo fue situándose ante todas las
puertas de entrada; el tercero decidió apostarse en la cámara del rey para
vigilarlo más de cerca.
-¿Y si nos vence el sueño?
-preguntaron algunas.
-Contra el sueño -respondió la
grulla más anciana- emplearemos este remedio. Todas sostendremos una piedra con
la pata que tenemos alzada cuando estamos firmes. Si alguna de nosotras se
durmiese, la piedra, al caer, con su ruido la despertíiría.
Desde aquel día, las grullas se
relevan cada dos horas, para dar guardia al rey. Y ninguna, todavía, ha dejado
caer la piedra.
Este animal, eternamente en pie, es en la leyenda arquetipo simbólico
del centinela, vigilante y alerta, fiel y leal cumplidor de su deber.
(de Leyendas: Fidelidad igual a Lealtad. K. 9 r.)
1.082. Da Vinci, Leonardo - 012
No hay comentarios:
Publicar un comentario