Un osito andaba curioseando por el
bosque, cuando vio un agujero en el tronco de un árbol.
Mirando bien se dio cuenta de que
en aquel agujero había un continuo ir y venir de abejas: algunas, moviendo las
alas, giraban en torno al agujero como si estuviesen de centinela; otras,
llegadas de lejos, entraban; otras, salían y desaparecían en el bosque.
El osito, siempre curioso, se
enderezó y metió el hocico en el agujero, husmeó y después puso una pata
dentro.
Cuando la retiró chorreaba de miel.
Pero apenas había empezado a
lamerla cuando del agujero salió una nube de abejas enfurecidas que se
arrojaron sobre él picándole en la nariz, en el hocico, en las orejas, por
todas partes.
El osito trató de defenderse, pero
si las alejaba de una parte las abejas volvían a la carga por la otra. Furioso,
trató de vengarse corriendo tras de la una o tras de la otra, pero por querer
vengarse de todas no consiguió hacerlo de ninguna; al fin se revolcó en tierra,
gesticulando, hasta que, vencido por el terror y por la quemazón de las
picaduras, huyó llorando a refugiarse en su mamá.
Es postura de buen sentido no emprender nada cuyas consecuen-cias no
se está dispuesto a aceptar en su totalidad por duras que sean.
(de Leyendas: Ira. H. 6 r.)
1.082. Da Vinci, Leonardo - 012
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