Aquel desenfrenado ibis, ahora que
había aprendido a correr y a volar, no paraba jamás. Siempre estaba buscando
alimentos y comía ávidamente todo lo que encontraba, sin discernimiento ni
medida.
Una mañana, sin embargo, el joven
ibis se quedó en el nido: tenía fiebre y le dolía mucho la panza.
Su mamá, asustada, corrió
inmediatamente hacia él; lo miró, lo tocó con el pico y las patas, y luego le
dijo:
-Ya lo comprendo. Has comido alguna
cosa que no debiste, porque eres un tragón, y ahora te ha hecho daño.
Dicho esto, la mamá se fue al
estanque y se llenó el buche de agua. Cuando regresó al nido dijo al hijo:
-Date vuelta.
Y con su largo pico le puso una
lavativa.
(de Leyendas: Ibis. H. 26 v.)
1.082. Da Vinci, Leonardo - 012
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