Un toro en libertad hacía estragos
en los rebaños y las vacadas. Los pastores ya no se atrevían a llevar los
animales al prado por culpa de aquella bestia salvaje que se presentaba
inopinadamente, embistiendo con la cabeza baja, para ensartar con los cuernos
todo lo que encontraba.
Los pastores, sin embargo, sabían
que el toro odiaba el color rojo; así que, un día, decidieron tenderle una
trampa.
Forraron el tronco de un árbol
grande con tela roja y luego se escondieron.
El toro, resoplando por las
narices, no se hizo esperar mucho.
Viendo aquel tronco rojo, bajó la
cabeza y se arrancó; y, con gran estruendo, clavó los cuernos en el árbol,
quedando aprisionado. Y los pastores lo mataron.
Todas las pasiones ciegan, pero el odio desatado acaba por destruir
irremisiblemente la propia personalidad, al embotar la capacidad de
raciocinio.
(de Leyendas: Locura. H. 8 r.)
1.082. Da Vinci, Leonardo - 012
No hay comentarios:
Publicar un comentario