Los cazadores, armados de lanzas y
de agudos venablos, se acercaban silenciosamente. La leona, que estaba
amamantando a sus hijitos, sintió el olor y advirtió en seguida el peligro.
Pero ya era demasiado tarde: los
cazadores estaban ante ella dispuestos a herirla.
A la vista de aquellas armas, la
leona, aterrada, quiso escapar, pero pensó que si huía dejaría a sus hijos en
manos de los cazadores. Por lo tanto, decidida a defenderlos, bajó la mirada
para no ver las amenazadoras puntas de aquellos hierros que la aterraban, y
dando un salto desesperado se lanzó sobre los cazadores, poniéndolos en fuga.
Su extraordinario coraje la salvó.
Muchas veces es tan perjudicial no conocer las propias limitaciones
como menospreciar la valía de uno mismo. Esta leyenda es ejemplo de ambos
defectos: los cazadores se creyeron más valientes de lo que eran; la leona
demostró un arrojo que a ella misma sorprendió.
(de Leyendas: Leona. H. 22 r.)
1.082. Da Vinci, Leonardo - 012
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