A oídos de Alfonso IX de León había llegado la fama de
San Salvador de Oviedo, a donde acudían en tropel, según Rodrigo Jiménez de
Rada, «de todas partes del mundo los pueblos cristianos a loar a Dios y pedirle
merced» [1].
Así se expresaba la copla:
«El que va a Santiago
y no al Salvador,
visita al criado
y deja al Señor» [2]
Dispuso viaje el monarca, llenó de dones su arca
andariega y con vistosa y nutrida comitiva se vino de romería a Oviedo. Con
gran satisfacción y júbilo, con estrépito y con murallas y calles bien
engalanadas recibieron los de Oviedo a su rey. Rezó Alfonso IX ante el Señor
San Salvador y se retiró a descansar.
Bien entrada la noche, dos sombras se acercaron a la
puerta mayor de la catedral, alzaron el aldabón y lo dejaron caer fuertemente.
El ruido, pesado y sordo, cruzó todo el recinto sagrado como un rayo. Nadie
respondió. Pasados unos momentos el aldabón volvió a sonar, más fuerte y más
insistente.
Tiempo después alguien preguntó desde dentro:
-¿Quién va?
No hubo respuesta. El propio prelado don Juan, que había
oído los ruidos desde sus aposentos, acudió a preguntar:
-Quién llama así en la Casa del Señor?
Las sombras respondieron:
-Somos Fernán González y Rodrigo Díaz de Vivar.
-¡Santo Dios! ¡Ambos sois muertos! -dijo el obispo don
Juan.
-Y muertos venimos. Decid al rey don Alfonso que dentro
de tres días tendrá lugar la batalla de las Navas de Tolosa y que nosotros le
daremos el triunfo.
Se hizo silencio. Las sombras se alejaron y se
diluyeron en la noche.
Tres días después, pese a la ausencia del monarca en e
campo de batalla, Dios le cubrió de gloria en las Navas. No faltó quien
asegurase que por las armas cristianas habían peleado como bravos dos
caballeros fantasmas, montando soberbios alazanes oscuros y cubiertos de negras
capas.
Noticioso el soberano, daba
«...
crecientes gracias
a Dios y
Santa María
Por esta
tan gran victoria
y gloria
tanta comlida».
Consta el suceso en gruesos pergaminos escritos por
muy reverendos cronistas. Uno de ellos, Alfonso Marañón de Espinosa, lo
refiere de esta manera:
«Y sucedió en esta Santa Iglesia lo que a muchas
personas graves y doctas he oído contar. Una noche, antes de que se diera la
batalla, dieron grandes golpes a la puerta mayor de esta Santa Iglesia.
Despertaron los sacristanes y preguntando quiénes eran, les respondieron que
eran el Cid y el Conde Fernán González, que iban a ayudar en la batalla al rey
de Castilla. El siguiente día y la noche siguiente volvieron a dar los mismos golpes,
y dijeron a los sacristanes que eran los mismos que la noche pasada y que
avisasen a su rey cómo el rey de Castilla había vencido en la batalla y muerto
grandísimo número de moros»[3]
Ante la afirmación de un cronista tan sesudo sólo nos
resta decir:
«Y si lector, dijeres, ser comento,
como me lo contaron te lo cuento».
Leyenda historica
0.100.3 anonimo (asturias) - 010
[1] MENÉNDEZ PIDAL, R., Primera Crónica General, Madrid 1906, p.
348; ID., «La historiografia medieval sobre Alfonso II» , en Estudios sobre la monarquía asturiana.
Oviedo 1949, p. 28.
[2] Cfr. VÁZQUEZ DE PARGA, L.;
LACARRA, J. M. y URIA RIU, J. Las
Peregrinaciones a Santiago de Compostela, T. II, Madrid 1949, pp. 462-463;
GONZÁLEZ GARCIA, V. J., Las primeras
rutas jacobeas (Parte Local), Oviedo 1965, p. 4; MARTÍNEZ, E., Llanes en la ruta jacobea, Oviedo 1968,
p. 55.
[3] MARAÑÓN DE ESPINOSA, A., Historia eclesiástica de Asturias, Gijón
1977, pp. 117-118. Aunque con notables variantes, también figura en: GARCÍA DE
DIEGO, V., o.c., p. 317; ANÓNIMO, Tradiciones
Asturianas. El Aviso, en «El Oriente de Asturias», núm. extr., Llanes 1961,
s.p.
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