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martes, 18 de diciembre de 2012

El testamento del aguila

Un águila real, ya vieja, que vivía desde hacía muchos años solitaria sobre una altísima peña, sintió que la hora de la muerte se acercaba. Con un potente grito llamó a sus hijos, que vivían sobre las peñas más próximas, y cuando los tuvo reunidos en torno a ella los miró uno a uno y dijo:
-Yo os he alimentado y criado para que desde pequeños fueseis capaces de mirarsl sol. He dejado morir de hambre a aquellos de vuestros hermanos que no podían soportar su visión. Por eso vosotros sois dignos de volar más alto que las demás aves. El que no quiera morir, que no se acerque jamás a vuestro nido. Todos los animales deben teneros miedo, pero vosotros no haréis ningún daño a los que os respeten, sino que les dejaréis comer los restos de vuestras presas.
-Ahora estoy a punto de dejaros, pero no moriré en mi nido; volaré a lo más alto, hasta donde me lleven mis alas; me dirigiré hacia el sol como si pudiera llegar a él, y sus rayos inflamados quemarán mis viejas plumas; me precipitaré hacia la tierra y caeré dentro del agua. Pero de aquel agua, milagrosamente, renaceré rejuvenecida, dispuesta a recomenzar mi existencia. Esa es la naturaleza de las águilas y nuestro destino.
Dicho esto, el águila real emprendió su vuelo: majestuosa y solemne dio vuelta en torno de la peña donde estaban sus hijos; después, de pronto, se dirigió hacia lo alto para quemar en el sol sus alas ya cansadas.

Este es el resumen de toda una vida de dignidad, con las virtudes que las fábulas y leyendas anteriores han ido ensalzando: confianza en las propias fuerzas, respeto hacia los demás, exigencia con uno mismo, educación de los hijos, conciencia de la proyección futura de nuestros actos y voluntad férrea de cumplir con nuestro deber.

(de Leyendas: Águila. H. 12 v.)

1.082. Da Vinci, Leonardo - 012

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