Un zorro hambriento dio en llegar
un día bajo un árbol donde se había posado una bandada de bulliciosas urracas.
El zorro, escondido, comenzó a
observarlas y se dio cuenta de que aquellas aves estaban buscando siempre qué
comer y ni siquiera tenían miedo de posarse y picotear sobre esqueletos de
animales.
-Probemos -dijo para sí el zorro.
Despacio, despacio, sin que lo
sintiesen, se tumbó, quedándose inmóvil, con la boca abierta como si estuviese
muerto.
Poco después una urraca lo vio y en
seguida se dejó caer del árbol.
Se acercó al zorro y, creyéndole
muerto, comenzó a picotearle en la lengua.
Y así dejó la cabeza en la boca del
zorro como en un cepo.
La codiciosa urraca hace aquí el papel de aquellos inconscientes que,
engreídos y abandonando toda prudencia, son fácil presa de otros más astutos
que saben aprovecharse en propio beneficio de sus debilidades.
(de Leyendas: Falsedad. H. 9 r.)
1.082. Da Vinci, Leonardo - 012
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