Las crías no habían abierto aún los
ojos. Ya hacía tres días que estaban entre las patas de la madre leona,
moviéndose, tanteando sólo para encontrar la leche, insensibles a cualquier
reclamo.
El león, agachado, las miraba.
Después de un rato se alzó y,
sacudiendo la hermosa crin, lanzó un rugido potente, atronador.
Las crías abrieron en seguida los
ojos, mientras todas las fieras de la selva huían aterradas.
Y como el león, que despierta a sus
crías con un tremendo rugido, así la alabanza justa despierta las virtudes
adormecidas de nuestros hijos, incitándoles a estudiar con honor, poniendo en
fuga aquello que no es bello y aquello que no es bueno.
(de Leyendas, León. H.18 r.)
1.082. Da Vinci, Leonardo - 012
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