Una ostra estaba enamorada de la
luna. Cuando en el cielo resplandecía la luna llena, se pasaba las horas con
las valvas abiertas, mirándola.
Un cangrejo, desde su puesto de
observación, se dio cuenta de que la ostra se abría completamente en el
plenilunio, y pensó comérsela.
La noche siguiente, cuando la ostra
se abrió de nuevo, el cangrejo le echó dentro una piedrecilla.
La ostra, al instante, intentó
cerrarse, pero el guijarro se lo impidió.
Así sucede a quien abre la boca
para decir su secreto: que siempre hay un oído que lo apresa.
(de Leyendas: Ostra - Por la traición. H. 14 v.)
1.082. Da Vinci, Leonardo - 012
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