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martes, 18 de diciembre de 2012

El pelícano

Cuando el pelícano partió para ir a buscar su comida, una serpiente, bien escondida entre las ramas, comenzó a deslizarse hacia el nido.
Los pequeños dormían tranquilos.
La serpiente se acercó y con un resplandor malvado en los ojos inició la matanza. Un mordisco venenoso a cada uno y los pobrecitos entraron inmediatamente en el sueño de la muerte.
La serpiente, satisfecha, volvió a su escondite para divertirse con la vuelta del pelícano.
Así fue, porque poco después el ave regresó.
Al ver el desastre comenzó a llorar, y su lamento era tan deses-perado que todos los habitantes del bosque lo escuchaban conmovidos.
-¿Qué sentido tiene ya mi vida sin vosotros? -decía el pobre padre mirando a sus hijos asesinados. ¡Yo también quiero morir con vosotros!
Y con el pico comenzó a rasgarse el pecho, justo sobre el corazón. La sangre brotaba a oleadas por la herida, bañando a los pequeños muertos por la serpiente.
Pero, poco después, el pelícano, ya moribundo, se sobresaltó. Su sangre cálida había vuelto a la vida a sus hijitos. Su amor los había resucitado. Y entonces, feliz, expiró.

El sacrificio por los hijos es una consecuencia sublimada del amor paterno-filial. Pero también en cualquiera de los grados del afecto es parte sustancial la capacidad de entrega, de posposición del propio bienestar al de la persona amada.

(de Leyendas: Pelícano. H. 13 r.)

1.082. Da Vinci, Leonardo - 012

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