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sábado, 8 de septiembre de 2012

Olentzero

Según cuentan hace mucho tiempo los gentiles se reunieron en una de las campas del monte Aralar para celebrar la fiesta del solsticio de invierno, el momento en que los días comenzaban a alargarse.
Todos estaban muy contentos. Los más jóvenes brincaban y se lanzaban piedras de un monte a otro, los adultos danzaban bajo un sol sin apenas fuerza, y los más ancianos permanecían sentados alrededor observando a los demás. En cambio, el más viejo de todos los gentiles no estaba junto a ellos, sino más atrás. De lo viejo que era tenía ya los párpados caídos, el cuerpo acartonado, la cabeza ida y los pies y las manos temblorosos. Y como no era ya capaz de permanecer sentado, al pobrecito lo mantenían arrimado a una roca y medio tumbado.
Aquel día de la fiesta transcurría entre celebraciones y, cuando todos esperaban la llegada del atardecer, vieron aparecer una resplandeciente luz por el oriente. Por unos instantes, todos perma-necieron pensativos sin atreverse a abrir la boca para explicar lo que podía ser aquel resplandor nunca hasta entonces visto. Y según iba cayendo la tarde, la misteriosa luz se veía cada vez más cerca, hasta que uno de los gentiles más atrevidos dijo a los demás:
-¡Oye, esto es que al sol le ha dado por amanecer otra vez!
-¡Qué dices! -repuso otro, si el sol ya se ha puesto tras el horizonte; eso tiene que ser la Luna llena, que hoy es más luminosa que nunca.
-¡Mejor que os estéis callados los dos! -intervino un tercero. La luna hoy está en cuarto creciente, por tanto ése tiene que ser el resplandor de alguna estrella inmensa.
Una vez oída la discusión, el más venerable y sabio de los gentiles tomó la palabra y les dijo:
-Tampoco yo sé deciros qué es esa luz porque no la había visto nunca, pero tal vez sepa decirnos algo ese pobre anciano que tenemos arrinconado.
Tras haber oído las palabras del sabio, se acercaron al viejecito y le dijeron:
-Dinos, estamos viendo aparecer por el oriente un misterioso resplandor y aquí nos tienes sin saber qué pensar, ¿acaso sabes tú qué puede ser?
-¡Cómo voy a poder saberlo si ni tan siquiera puedo abrir los ojos!
Entonces lo cogieron en brazos y lo trasladaron hasta la mitad del corro que formaron entre todos. Una vez acomodado, lo colocaron mirando hacia la extraña luz y el venerable sabio le abrió los párpados. Entonces el viejecito gentil se quedó mirando y, de pronto, levantando en alto sus débiles y temblorosos brazos, exclamó:
-¡Ha nacido Kixmi! ¡Ha nacido Kixmi! ¡Ha nacido Kixmi! ¡Nuestro tiempo ha terminado! ¡Nuestro tiempo ha terminado¡ ¡Nuestro tiempo ha terminado! ¡Arrojadme por el precipicio de Aralar! ¡Venga, arrojadme por él!
Los demás gentiles quedaron aturdidos y desconcertados. Luego, creyendo que no les quedaba otro remedio, todos ellos, junto al viejecito, uno tras otro, fueron desapareciendo por el precipicio. Todos menos uno: Olentzero.
Mientras había sido gentil, Olentzero siempre había sido amigo de la gente del pueblo, en tanto que los demás de su estirpe solían enfadarse mucho con el vecindario. Los habitantes del lugar sabían que éstos, los gentiles, eran mucho más entendidos que ellos en asuntos de labranza e industria; y por eso a menudo y con ciertas artimañas lograban usurparles algunos de sus secretos. Así había sido como habían aprendido a cultivar el trigo y el maíz, o a fabricar los ejes del molino y la sierra, o a soldar el hierro.
Por todo eso, Olentzero se había quedado pensativo al verlos desaparecer y se decía a sí mismo:
-Yo no, yo no pienso arrojarme por el precipicio como los demás de mi estirpe, porque yo quiero a la gente del pueblo y, por mucho que digan que lo nuestro ha terminado, todos deben conocer la noticia que hoy hemos sabido nosotros, para que así se conozca en la nueva era. Y para eso, pienso bajar al pueblo e ir difundiéndola de caserío en caserío.
Dicho y hecho. Olentzero descendía hacia el pueblo mientras el resplandor le seguía por detrás. Y cuando llegó a los primeros caseríos, se puso a lanzar irrintzis y a decir a voz en grito:
-¡Escuchadme, vecinos! ¡Os ha nacido Kixmi! Fijaos en esa luz de ahí arriba, contemplad ese resplandor que viene del oriente! ¡Es señal de que nuestra era ha terminado y de que en adelante la nueva era del futuro es vuestra, así que alegraos, alegraos!
Muchos aldeanos se alegraron al oír aquellas palabras de Olentzero, y al comprobar que era cierto lo que decía, uno de ellos sugirió:
-Oye, Olentzero, ¿por qué no vamos tú por delante y nosotros por detrás a todos los caseríos y nos reunimos todos bajo el roble del pueblo?
-¡Venga, vamos! -repuso Olentzero.
Y así fue como fueron dando la buena nueva de casa en casa hasta que todos acabaron saliendo tras Olentzero y no quedó nadie en su casa. Y una vez reunido el vecindario bajo el roble, dijo Olentzero:
-Os lo he ido diciendo de uno en uno y ahora os lo repetiré a todos juntos: os ha nacido Kixmi. Los demás gentiles lo han tomado como una adversidad y por eso el más venerable le ha puesto de nombre «Kixmi». Os lo repito: los demás de mi estirpe han pensado que con esto termina su tiempo. A mí, en cambio, aquí me tenéis como a un amigo, aunque sea el último de los gentiles de la era antigua. ¡En adelante, procurad seguir fieles al salvador que os acaba de nacer!
El pueblo entero se alegró mucho y organizó una gran fiesta en torno a Olentzero. Lo obsequiaron con todo lo habido y por haber de comida y bebida y, siguiendo la tradición, le improvisaron estos versos:

Se nos ha ido Olentzero
al monte a trabajar
con la sana intención
de recoger carbón.
En cuanto se ha enterado
de que ha nacido Cristo
ha traído la noticia
corriendo y dando gritos.

Ahí va, ahí va
nuestro Olentzero
con la pipa en los labios
y un parche en el trasero,
y lleva de merienda
capones, huevos
y una botella
de vino fresco.

Ay, Olentzero,
qué cabezón,
mira que haberte bebido
un pellejo de vino entero,
ay, qué Olentzero,
más barrigón.

Después de haberse hartado, Olentzero agradecido y satisfecho dijo a todos:
-Ya me voy, he permanecido algún tiempo con vosotros como amigo, pero ahora desapareceré, iré a esconderme por ahí, pero como las costumbres son costumbres, cada año por navidades volveréis a tenerme entre vosotros cargado de regalos para todos, especialmente para los niños y las niñas.

108. anonimo (pais vasco)

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