Translate

sábado, 8 de septiembre de 2012

La torre de hércules (1)

Se cuenta que en los tiempos prehistóricos, cuando los hombres se vestían con las pieles de las fieras que mataban y no conocían otras armas que las que ellos mismos se hacían con piedras, allá en el sur de España, en el mismo lugar donde más tarde se levantó la ciudad de Gades, un valiente guerrero llamado Gerión robó a Hércules su hermana, una hermosísima doncella.
Era Hércules el más fuerte y poderoso de todos los guerreros, rey del mar y la tierra, héroe entre los héroes. Y al saber la traición de Gerión, le juró odio mortal y se prometió a sí mismo no comer ni dormir, ni matar animal alguno hasta haber tomado cumplida venganza de la afrenta. Entonces Gerión, aterrorizado ante la amenaza del héroe, sólo pensó en huir del peligro.
Durante tres largos días anduvo escondido entre las rocas de la playa, y de noche y en silencio se construyó una frágil nave de mimbres forrados con pieles de buey. Y al amanecer del cuarto día se hizo a la mar con tan primitiva embarcación.
No tardó Hércules en darse cuenta de que su enemigo había huido y, en tan sólo un hora se construyó una embarcación semejante a la de Gerión, y bogando con toda la fuerza de su potente brazo, le siguió mar adentro. Pero su enemigo le llevaba una gran ventaja; era como si el temor centuplicara sus fuerzas. Y así navegaron uno tras otro, mar adentro, mar adentro, siete días seguidos.
Al cabo de este tiempo, Gerión se sintió desfallecer, y al ver aparecer ante sus ojos una lengua de tierra agreste y solitaria, creyó hallarse ya a salvo y desembarcó en ella, dispuesto a descansar de la ruda fatiga. Temió por un instante que el poderoso Hércules le hubiera seguido, pero en cuanto abarcaba la vista no se divisaba una nave, ni un pájaro siquiera. Así que Gerión respiró satisfecho, y desvanecido su temor, se dio cuenta de que le acosaba el aguijón del hambre. Entonces saltó de roca en roca hasta descubrir un nido de aves marinas contra las cuales disparó certero una flecha de su arco. Y como no tenía fuego con que cocerlas, las envolvió en la piel de león que cubría sus espaldas y las golpeó con su maza de piedra hasta ablan-darlas. Después las devoró con ansia.
Mientras comía, espesos nubarrones se agolparon sobre su cabeza. Se oyó un trueno tan formidable que retumbó la tierra, y las cataratas del cielo se volcaron de golpe sobre ella. Gerión, aunque aterrorizado por la tormenta, se moría de sueño. Y buscando el medio de resguardarse en aquel lugar solitario, desamarró la barca que le había llevado hasta allí, se la cargó a la espalda, la puso boca abajo sobre la arena de la playa y, metiéndose debajo de ella, se quedó profundamente dormido.
Toda la noche rugió la tormenta y bramaron las olas del mar, y chillaron las aves, pero Gerión dormía. Y el cielo se desgarraba en tan vivos relámpagos que la costa quedaba iluminada como si fuera de día..., pero Gerión seguía durmiendo.
Y despuntó el alba, y la tempestad fue decreciendo, y salió por Oriente el sol... Pero Gerión seguía durmiendo.
Y así permanecía durmiendo, cuando apareció a la vista de la lengua de tierra una pequeña embarcación casi destrozada. De pie en ella, con los brazos cruzados sobre el pecho, iba un hombre de ceño adusto, anchos hombros y elevada estatura. Era Hércules, que había pasado la noche entera luchando con las olas.
Amarró la barca y saltó a tierra. Al poner en ella los pies, lanzó un hondo suspiro. Y ya se disponía a echarse a descansar, cuando vio la barca de Gerión varada boca abajo en la arena. Al principio pensó que acaso fuera de un pobre pescador que allí se hubiera refugiado y fue hacia él para pedirle algo de alimento.
Con un solo movimiento de su brazo potente volvió la barca y vio con tanta sorpresa como enojo que debajo, profundamente dormido, estaba su enemigo, al que había perseguido durante siete días con sus noches enfrentándose a tantos peligros. Su primer impulso fue aplastarle la cabeza con un golpe seco. Pero su nobleza le impedía atacar así a un combatiente indefenso, por eso prefirió aguardar sentado a que se despertara.
Cuando el sol se alzó en lo alto, Gerión se despertó y vio ante sí a su enemigo, cuyos ojos lo miraron como carbones encendidos.
-¡Levántate! -le gritó Hércules con tal chorro de voz que las peñas temblaron.
Gerión lo hizo con los brazos caídos y la mirada fija.
-¡Pelea! -le ordenó Hércules al ver que su enemigo no se preparaba para el combate. Pelea o te mataré aquí mismo.
El combate fue muy duro, pues si Hércules poseía la fuerza y la superioridad, Gerión tenía a su favor la agilidad y la astucia. Hasta que finalmente Hércules con un grito blandió su arma teñida con la sangre de más de mil victorias y de un golpe seco le separó la cabeza del cuerpo y luego enterró sus despojos. Después, para que los siglos futuros guardaran recuerdo de su hazaña, levantó sobre aquella peña una torre que lleva su nombre.
La ciudad de A Coruña luce en su escudo la imagen de la ¡mponente torre y, a sus pies, una calavera y dos tibias cruzadas.

0.105.3 anonimo (galicia)

No hay comentarios:

Publicar un comentario