Translate

sábado, 8 de septiembre de 2012

La leyenda del palacio de linares

Mateo de Murga, marqués de Linares tuvo un único hijo, quien desde muy joven dispuso de una gran fortuna y la disfrutó sin ninguna medida. Llegado a la edad de establecer una familia, el padre aconsejó a su hijo de manera que en su elección primase el amor frente a otros intereses. Nunca un consejo paterno fue tan bien recibido por un hijo, pues éste estaba profundamente enamorado de una joven hermosísima pero sumamente humilde. Se trataba de la hija de la estanquera de la calle de Hortaleza, que había fallecido recientemente. El marqués, al conocer la identidad de la futura esposa de su hijo, cambió el semblante y dio por concluida la reunión, asaltando a su hijo un mar de dudas ante la actitud de su padre.
Pero poco tiempo tuvo para hacerse más preguntas, pues al día siguiente fue enviado con destino a Londres con el pretexto de solucionar un negocio de gran importancia que requería su presencia en la capital inglesa. Durante largo tiempo esperó allí en vano las instrucciones de su padre; lo que recibió fue un correo comunicán-dole el fallecimiento del mismo. Regresó a Madrid, y el joven se sumió en un estado de profunda tristeza del que poco a poco fue saliendo gracias a la presencia y el cariño de su novia, cuyo amor se había mantenido en la forzada separación. Ambos jóvenes se casaron con celeridad en una sencilla ceremonia, como correspondía al reciente luto sufrido.
Los años fueron consolidando su amor, y la felicidad reinaba en el palacio, cuando un día el joven marqués, hojeando unos papeles de su padre, encontró una carta, con su caligrafía inconfundible, dirigida a él, con su dirección de Londres. Sintió un vuelco en el corazón y las manos le temblaban al abrir la carta.
En la misiva, el padre confesaba al hijo que siendo joven y poseído por un amor correspondido, tuvo una hija con otra mujer. La niña creció sin conocer la identidad de su padre ni recibir, por expreso deseo de su madre, ayuda alguna. Las casualidades de la vida hicieron que se tratase de la mujer que hoy era la esposa de su hijo. El joven marqués no pudo seguir leyendo pues se desmayó sobre la mesa del escritorio. Así lo encontró su esposa, quien, preocupada, preguntó a su marido por la causa de ese desmayo. Sin medir palabras, él le entregó la carta. Después de leerla, y entre sollozos, pudo pronunciar las últimas palabras de su madre en el lecho de muerte:
«Maldigo al causante de mi desgracia y a toda su descendencia, que todo lo que emprendan se venga abajo».
A partir de ese momento la vida de los jóvenes esposos cambió por completo. Vivieron separados bajo el mismo techo hasta su muerte. La única heredera de la fortuna fue una niña adoptada por los marqueses y bautizada con los apellidos de Avecilla Agudo. Su imagen puede verse en un gran cuadro ovalado del salón de baile, acompañada de otra pequeña y conocido como Las señoritas de Avecilla.
Deshabitado el palacio durante muchos años, la imaginación popular ha inventado a fantasmas que recorrían sus solitarios salones. Bien es cierto que las circunstancias familiares eran las más propicias para dar rienda suelta a las elucubraciones: amoríos entre posibles hermanos, una hija adoptada, muertes precipitadas de sus moradores...
Así, durante los años de su restauración hasta albergar la Casa de América, se hicieron famosas las psicofonías grabadas en sus salones por equipos supuestamente científicos. Los medios de comunicación no tardaron en expandir la noticia de estos fenómenos paranormales. Lo que sí está fuera de duda es que el Palacio de Linares es quizás hoy día la leyenda más popular del Madrid de nuestro tiempo.

127. anonimo (madrid)

No hay comentarios:

Publicar un comentario