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sábado, 8 de septiembre de 2012

El abuelo

Erase una vez una familia muy rica que vivía en una gran casa rodeada de un hermoso jardín. En el jardín sus moradores habían construido una choza con el fin de que la ocupara el abuelo, pues la presencia en la casa del anciano les resultaba molesta y desagradable.
Todas las noches, después de la cena, el nieto, mandado por su padre, le llevaba un plato de comida al abuelo. El niño se sentaba junto al anciano y, mientras éste comía, lo observaba con angustia y tristeza. Cuando el viejo terminaba de cenar, el nieto cogía una vieja manta y lo tapaba.
-Gracias, hijo, que Dios te bendiga -le decía el abuelo.
Al cabo de algunos años, murió el abuelo y, tras el entierro, el padre de la familia se dirigió a la choza con intención de limpiarla.
En medio del jardín preparó una hoguera en la que quemar las pocas ropas viejas y la manta que había usado el abuelo.
El niño, que estaba observando a su padre, le dijo de pronto:
-¡Padre, por favor, no quemes la manta del abuelo!
-¿Por qué? Ya ves que está muy gastada y no sirve para nada -le respondió.
-Por favor, padre -insistió el pequeño. Es que voy a necesitarla.
-¿Para qué la quieres, hijo mío, si en casa tenemos muchas, más suaves y nuevas que ésta?
-Es que, padre, cuando tú tengas la edad del abuelo, la necesitaré para taparte con ella.
El padre, callado, inclinó la cabeza y no dijo nada. Lo decían todo las lágrimas que derramaban sus ojos.

131. anonimo (melilla)


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