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sábado, 8 de septiembre de 2012

Los amores de la bella aixa

Hace muchos, muchos años, en la ciudad de Guadalajara, que por entonces era más pequeña, y se llamaba Wad-al-Hayara, la mayoría de sus moradores eran mahometanos y estaba rodeada de murallas. Para evitar que los enemigos que venían del norte se adentraran por sus calles y lo destrozaran todo, vivía al cargo de las llaves de las puertas de la ciudad un moro viejo y respetable llamado Alí, que tenía el cargo de alamín, es decir, de guardián de las puertas y los puentes. Residía Alí en el gran torreón que vigilaba el puente sobre el arroyo que descendía desde los altos del sotillo. Y con él vivía su única hija, llamada Aixa, que era bella y joven. La muchacha acudía todos los días por la tarde con sus cántaros a coger el agua de una fuente cercana, que quedaba fuera de las murallas.
Un día la vio pasar un capitán cristiano de los que merodeaban por la zona y se enamoró de ella. Este capitán se llamaba don Millán y montaba siempre un caballo pardo. Como Aixa era tan bella, también se enamoró de ella un criado del valí de la ciudad, y este joven mahometano se dedicaba a seguirla con la mirada. En cambio, el caballero cristiano un día se acercó a la joven Aixa y le declaró su amor, consiguiendo de ella que además se hiciera cristiana y acudiera a los ritos que los mozárabes de la ciudad celebraban en una iglesia llamada Santo Tomé que había al otro lado de la ciudad y que hoy se conoce como el santuario de la Virgen de la Antigua.
Don Millán tenía pensado ayudar a su general, don Alvar Fáñez de Minaya, a conquistar la ciudad de Wad-al-Hayara. Para ello, había conseguido convencer a Aixa de que le diera una copia de las llaves de las puertas de la ciudad impresas en cera, para que él pudiera hacer copias y una noche abrir las puertas y permitir que entrara en la ciudad el ejército cristiano.
Así pues, una tarde Aixa bajó a por agua y se encontró con don Millán, y tras su habitual coloquio amoroso, la joven entregó al caballero las copias de las llaves de la ciudad. Pero, como el enamorado criado del valí la seguía a todas partes, contempló furioso el furtivo encuentro y sin dudarlo sacó una flecha de su carcaj, la apuntó en el arco y la disparó al caballero Millán, pero con tan mala suerte, que en ese instante Aixa se movió levemente y la flecha se clavó en su corazón y cayó muerta al instante.
Asustado, el caballero echó a correr en su caballo, y el criado, con el alma rota, no dudó en ahorcarse allí mismo.
Ya entrada la noche, al ver que Aixa no regresaba al torreón, su padre llamó a los vecinos y emprendieron la búsqueda, hasta que la encontraron muerta de un flechazo, y a su enamorado moro, ahorcado cerca de ella. Todo fueron consternación y lloros, todo un inmenso dolor, al que se sumó, a la mañana siguiente, la impresión cruel de ver que los cristianos se habían apoderado de la ciudad, pues habían entrado sigilosamente durante la noche gracias a la copia de las llaves que Aixa había entregado al capitán. Alvar Fáñez ocupó la ciudad, y don Millán, roto de dolor también, se fue de allí

102. anonimo (castilla la mancha)

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