Yaci vivía con sus padres
en un poblado llamado Caximbo, justo en medio de la gran selva brasileña.
Yaci tenía una muñeca que
no era como los demás, ya que se la había echo ella misma con una mazorca de
maíz. La había vestido con sus hojas (ahora amarillas) de la misma planta de
maíz.
Ella quería muchísimo a
su muñeca, ¡no la dejaba ni un instante! Y ¿sabéis cual era el nombre de la
muñeca? Se llamaba CURUMÍ.
Yaci y curumí se pasaban
el día jugando…La bañaba, la vestía, la balanceaba suavemente en la hamaca y la
llevaba con ella a todas partes.
Pero jugaba tanto que no
ayudaba nunca a sus padres en las tareas del día a día, limpiar, cocinar, ir a
buscar agua, ir a por comida…
Los días eran muy largos
y los padres estaban muy cansados pero ni con esas Yaci ayudaba a sus padres.
Un día la mamá de Yaci la
llamaba para que fuera a ayudarla a hacer las tareas de casa:
- ¡Yaci! ¡Yaci! ¡Ven! ¡Ayúdame a barrer,
por favor!
Pero ella estaba tan
distraída jugando con Curumí que ni si quiera la oyó.
Entonces la mamá volvió a
llamarla varias veces más:
- ¡Yaci! ¡Yaci! ¡Ven! ¡Ayúdame a barrer,
por favor!
Entonces ese día se
enfadó con Yaci y le dijo:
- Te quitaré la muñeca.
Mamá solo lo decía para
ver si le hacia caso, pero Yaci se
asustó. Cogió a Curumí del brazo y se metió a andar por la selva, caminó un
rato largo. Quería proteger a su compañera de juegos, a su querida Curumí.
Pensó en esconderla, pero no sabía donde…
Caminando y pensando un
buen escondite para Curumí llegó al río, había una zona despejada muy cerca de
donde iba siempre a bañarse todas las mañanas con sus padres y pensó que sería
un buen sitio ya que podría venir a jugar con ella algunos ratos cada día.
Allí encontró a su amiga
la tortuga que le preguntó:
- ¿Qué buscas por aquí,
Yaci?
- Un buen escondite para
Curumí.
- ¡Es muy fácil! –Comentó
la tortuga -¡haz como yo! Cavo en la arena y entonces escondió los huevos.
Yaci empezó cavar con sus
delicadas manos y hizo un hoyo muy parecido al de su amiga tortuga, dentro
colocó a Curumí entre la arena caliente. La cubrió hasta los hombros y disimuló
el lugar cubriéndolo con hojas y ramitas para que no fuese descubierto.
- no te preocupes –dijo
la tortuga- mientras vigilo mis huevos no me importa vigilar tu muñeca también.
Entonces Yaci cogió el
camino de vuelta a casa.
Y Llegó la temporada de
lluvias, llovía a cantaros… pasó bastante tiempo hasta que Yaci no pudo salir de
casa para ir a ver a Curumí.
Hasta que un día, por
fin, la pequeña Yaci
pudo salir a buscar a su querida Curumí, pero había llovido tanto que la forma
del río había cambiado y ya no podía saber donde estaba la muñeca.
Buscó y buscó y no
encontró ni rastro de su muñeca, Cuando de pronto volvió a ver a su amiga la
tortuga, con unas pequeñas tortuguitas que la rodeaban para aprender a nadar.
La tortuga acompañó a su
amiga hasta el escondite donde había dejado la muñeca. Pero solo pudo
ver dos pequeñas hojitas que asomaban entre la arena, como si fuesen dos
pequeñas manos verdes.
Yaci se arrodilló para
verlas de cerca.
-No llore, pequeña -dijo
la tortuga- estas hojitas son tu Curumí. Crecerán y se volverán una planta
fuerte y muy grande. Entonces te ofrecerá muchas más mazorcas. Ven a buscarlas
en verano. Volverás a encontrar a tu muñeca.
Pasó un tiempo y llegó el
verano, entonces Yaci volvió para ver si la tortuga tenía razón. Cuando llegó
al lugar encontró una planta inmensa llena de mazorcas de maíz, iguales a
Curumí.
Cogió una, la vistió y
preparó una muñeca que era la misma
Curumí. Y había más de dos, tres, cuatro,
cinco y más todavía…las recogió y las llevó a su madre que preparó una rica
tarta de maíz.
020. anonimo (brasil)
Cual es el autor de este cuento?
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