Hace mucho tiempo una
joven llamada Itiktajjak salió de casa para ir a buscar leña. Cuando iba
andando, un oso pardo olfateó su rastro y empezó a seguirla. Al darse cuenta de
que el oso le seguía la pista, la chica se tiró inmediatamente al suelo,
endureció los músculos y aparentó que estaba muerta. El oso alcanzó su presa,
pero pensó que la chica estaba congelada. Sin dudarlo, se la echó a la espalda
y se puso en camino, hacia la cueva donde esperaba su familia.
Sucedió que el sendero
por el que iba el oso discurría a través de altos matorrales de sauces.
Creyendo que así podría impedir que el oso avanzara, Itiktajjak iba enganchando
sus brazos tiesos a las ramas para obligar al oso a ir más despacio. El oso
luchaba y peleaba por liberar su carga de los matorrales, pero cuanto más se
esforzaba, más se cansaba.
Cuando llegó a la cueva
encontró a sus dos diabólicos cachorros jugando en la gran plataforma que les
servía de cama. Madre osa dormía. Padre oso estaba agotado de su difícil viaje
y depositó a la chica en el suelo diciendo a los oseznos:
-Aquí tenéis algo que
comer.
Al oír estas palabras,
los cachorros bailaron de júbilo alrededor de Itiktajjak, que aún parecía
totalmente congelada. Padre oso quería descansar. Sus hijos querían jugar.
Desesperado, el viejo oso hizo señas a los cachorros para que estuvieran
quietos.
-Después ya comeréis algo
de la chica -les dijo.
Al oír el jaleo, la osa
madre despertó, saltó de la cama y, con un hacha en la mano, fue a ver la pieza
tendida en el suelo. Al encontrar a la chica muy tiesa, puso el hacha en el
suelo cerca de Itiktajjak y volvió a la cama.
Cuando Itiktajjak notó
que tanto la madre como el padre dormían, abrió los ojos por primera vez. Los
dos oseznos, que no dejaban de vigilar los movimientos de la chica, gritaron:
-¡Papá! ¡Está
descongelada! ¡Ha abierto los ojos!
Pero el viejo oso no
quería molestias y gruñó:
-¡Que los abra, pero a mí
dejadme en paz! A mí ya me ha dejado rendido al agarrarse a las ramas de sauce.
El oso cayó rápidamente
en un profundo sueño.
Itiktajjak continuó
aparentando estar muerta. Había notado el hacha a su lado, pero antes de abrir
los ojos otra vez quería estar segura de que todos los osos dormían. Muy poco
después todo estaba tranquilo en la cueva. Los cachorros, cansados de jugar, se
habían quedado dormidos.
Intuyendo que podía abrir
los ojos tranquilamente, la chica se levantó rápidamente, cogió el hacha y
asestó un hachazo en la oreja a la osa madre. La cueva se llenó inmediatamente
de los gritos de dolor de la vieja osa. ltiktajjak echó rápidamente un vistazo
a su alrededor y vio que el oso padre se estaba despertando. Huyó de la cueva,
perseguida por el oso, que ahora estaba totalmente despierto.
Sin saber más que tenía
que correr cuanto pudiera, Itiktajjak corrió hasta llegar a un riachuelo. Saltó
a la otra orilla y allí se paró un rato. Con el dedo meñique trazó una línea a
través del agua. Mientras lo hacía, repetía las palabras mágicas:
-Río, río, pasa por aquí.
Apenas había pronunciado
estas palabras, el riachuelo se hinchó hasta convertirse en un torrente de agua
que separó a Itiktajjak del viejo oso.
«¿Qué puedo hacer
ahora?», pensó el oso. «No hay manera de que yo cruce este río furioso.»
Pensando estas cosas, el oso paseaba orilla abajo y orilla arriba de su lado
del río. Finalmente gritó a la chica:
-¿Cómo conseguiste cruzar
el río?
Sin dudarlo un momento,
Itiktajjak contestó:
-Metí la nariz en él y
bebí hasta que desapareció el agua y apa-reció un sendero.
El oso padre pensó que él
podía hacer lo mismo, de modo que se puso a beber agua a lametazos tan rápido
como pudo. Bebía y bebía, y cuanto más tragaba más engordaba. Por fin, en un
último trago, estalló, y el agua de su cuerpo extendió una espesa niebla por
todas partes.
Itiktajjak observó todo
esto y notó que de la niebla empezaban a formarse nubes. Hasta entonces nunca
se habían visto nubes en esa zona. De estas nubes pronto iba a caer agua al
río, que la chica había creado al pasar el dedo por el agua. Este río ha
llegado a conocerse como Qorlorqoq, o
Mina de Cobre, el río cuyo curso está salpicado de cascadas.
Fuente: Maurice Metayer
036. anonimo (eesquimal),
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