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jueves, 16 de agosto de 2012

Relativas a las faenas rurales

La vida rural está sujeta a un gran número de supersticiones y prácticas supersticiosas que se siguen con más o menos fe según las mayores o menores condiciones de alejamiento de los centros poblados y el carácter étnico del personal de peones que actuan en ella.
El peón del Alto Paraná, paraguayo o correntino, es uno de los mejores que conozco, sin -entrar a juzgar sus condiciones personales, que pueden ser- a veces pésimas; posee, en cambio, una admirable adaptación a los más variados trabajos, casi todos muy penosos; generalmente es excelente jinete y hasta domador, buen trabajador con el hacha en los obrajes de maderas, buen peón para lidiar con tropa de mulas y con carretas de bueyes; yerbatero eximio. en cualquiera de las múltiples faenas que se requieren en esta explotación, y, por fin, nadador, constructor de balsas con el agua hasta el pecho, y navegante por ese río lleno de peligros, entre mil piedras, correderas y remolinos y ante todo, esto sonriente siempre entre las mayores penurias, plagas de insectos y necesidades sin fin.
Estos hombres que constantemente tienen que hallarse cara a cara con el peligro siempre renovado entre esas selvas casi virgenes, ríos torrentosos, fieras, enfermedades y asechanzas de todo género, y que después de toda esa vía Crucis no tienen más compensación que el alcohol, el juego o, la Venus barata, no pueden menos que ser en extremo supersticiosos.
Como la vida es por fuerza nómade, cambiándose de campamento de tiempo en tiempo, o, en las estancias se trae ganado de otras partes, Una de las primeras operaciones es la de querenciar los animaIes. Hay varios sistemas para ello.
Si se trata de vacas, lo mejor es cortarles un mechón de pelos de la cola y enterrarlos en la tranquera del corral. Si son caballos de afuera, ponerles una trenza de su misma Crin, untada con grasa de gallina; -es creencia que la gallina se aquerencia en cualquier parte. Si el caballo es entero, al evirarlo enterrar los organos extraídos en la puerta del corra!; si, se le evita esta operación, se le arranca una cerda, se coloca dentro de un caracol, se tapa con cera virgen y se entierra en la misma parte. si es un perro no hay nada mejor que envolverle la cabeza con la camiseta o calzoncillos del patron.
A los pollos, para preservarlos de las pestes, el remedio es colocar en la cocina, cáscaras de huevos de la nidada en un platito.
Si se carnea, hay muchas personas que no comen la carne el mismo día porque creen que necesita más de veinticuatro horas para estar muerta del todo. Si la víctima ha sido un ternero es necesario que la vaca madre no lo extrañe; para esto basta con golpearla desde, lejos con la pata del hijo.
Como es muy frecuente que los animales se lastimen entre el monte, y por lo tanto se agusanen las heridas a causa las moscas, la curación se hace por medio de ceremonias o palabras. He podido recoger dos. 'Una de ellas, consiste en hacer un nudo corredizo con una paja y mirar al sol por el agujero hecho así ir cerrando éste poco a poco mientras se reza un padre nuestro y luego tirar hacia atrás la paja anilldada. Esta operación es necesario repetirla tres veces.
El segundo método es brasilero y se efectúa con tres pajitas de igual tamaño que se colocan en la boca, una al frente y las otras dos divergentes en las comisuras de los labios. Se van arrojando una a una hacia atras, repitiendo un conjuro:

"Bicho que estáis en esta Bichera
que a Deus no alabáis
morto seráis".

Los domadores tienen también sus prácticas; muchos acostum-bran poner en el mango del rebenque un hueso del pescado raya; otros usan llevar en el bolsillo derecho del pantalón un trozo de piedra imán, porque creen que al bolear la pierna sobre el lomo del animal, éste, bajo el influjo de la piedra, queda dominado.
El jinete que quiera domar y no caerse del caballo debe levantarse muy temprano, y cuando sale el lucero cebar bien un mate y ofrecerlo con buena" voluntad a una persona anciana del sexo masculino; luego que lo ha tomado, se saca la bombilla y vuelca la yerba, haciendo  corcovear el mate, porque así corcovea el caballo.
Una vez hecho esto, se saca con el dedo la yerba que no ha caído y que siempre queda pegada al mate, para refregarse con ella las piernas, montando inmediatamente, seguro de no caerse. No deja de ser interesante esta comparación entre el mate y el caballo, y entre la yerba y el jinete; es una ceremonia de magia simpática.
Para enlazar animales sin errar tiro de lazo, se debe raspar con el cuchillo la punta de una mano de mortero que sea de madera de alecrín. Luego se mezclan las raspaduras con cera bendita y se coloca el todo en un trapito, en el remate del lazo, donde se ata la argolla.
Pero aún hay otro payé mejor para el lazo, aun cuando su preparación es algo difícil.
Al efecto, el jueves santo, hay que buscar y elegir una palma pindó y limpiar el terreno alrededor del tronco, pidiéndole al mismo tiempo que no haya animal que al ser enlazado no caiga al suelo.
  Al día siguiente, viernes santo, bien de madrugada antesde que se oiga el canto del gallo, se exrtrae al pindó un trocito de la raíz, del lado que sale el sol primero, y luego se repite la operación con el otro lado, curando las heridas con bermellón y cera virgen cruda, reserrvándose una parte de esta mezcla.
Luego el hombre debe ir solo a enlazar y voltear un padrillo -cosa muy difícil- y una vez en suelo pedide cariñosamente fuerza para casos análogos cortándole, al mismo tiempo, un poco de la crin de la cruz para mezclarla con la cera cruda y los pedacitos de raíz de pindó,para colocar todo envuelto en un trapito en la argolla del lazo.
El lazo hecho con este payé no sólo no erra tiro, sino que no hay animal, por fuerte que sea, que no se le venza.
Es tan fuerte el payé que si se deja el lazo olvidado en el corral y el dueño se aleja, el lazo lo sigue, sobre todo a la hora de siesta, porque siente el sol; llegado el lazo a las casas, penetra sólo en el galpón y se arrolla automáticamente.
Como es natural estos lazos no existen, pero en las consejas populares se asegura que famosos domadores o enlazadores los han tenido.
                        
Extraído del libro Supersticiones y Leyendas de Juan B. Ambrosetti Edicion 1912

015. anonimo (argentina-misiones)

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