La cultura aymará del altiplano boliviano denomina ekeko
a uno de los dioses menores incluidos en su mitología. Se trata de un
pequeño muñeco bien vestido que posee diversos objetos de valor, un puñado de
billetes en blanco y carga con ollas plata, collares de oro y pequeños morrales
de hojas de coca.
Este personaje de rostro eufórico representa la
opulencia con elementos simbólicos vinculados a la satisfacción económica,
física y moral. De esta manera, el ekeko se manifiesta en la alegría del que
todo lo tiene y nada precisa. Como popular dios de la abundancia posee rasgos
faciales que no se corresponden con la fisonomía de los autóctonos habitantes
del altiplano sino que se asemejan, tanto como sus finos bigotes y su traje, a
un personaje de película de principios del siglo pasado.
Actualmente, ocupa un lugar preponderante durante
los casamientos de origen boliviano. En la elegante caravana que acompaña a
los novios hasta el altar, se coloca al galante muñeco sobre los automóviles
coronando la cargada ornamentación: vajilla de plata, ponchos de vicuña y
mantas de estilo de Cochabamba, monedas y billetes; decorada con flores,
cuadros de santos y cintas de diversos colores. Esta construcción simbólica se
recrea durante el casamiento con el objeto de que los invitados manifiesten sus
buenos deseos para la pareja que está por contraer matrimonio.
Con el mismo sentido se ubica al ekeko en un rincón
del hogar, para que aleje las penurias económicas y vele por deseos de bienestar para el grupo familiar.
Aunque es de origen precolombino, ha sido renovado y
recreado acompañando los procesos históricos que marcaron a la sociedad del
altiplano. Sus atuendos y adornos se modificaron en función de los valores y
creencias acerca de la fortuna, en sentido amplio, que ha construido y
reconstruido la cosmovisión aymará.
Su impecable presencia manifiesta augurios de
abundancia, amor y fertilidad sin otra exigencia que el celoso cuidado de su
galantería.
032. anonimo (diaguita)
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