Volvía San Francisco Sol ano de la provincia de Tucumán con una tropa de
carretas cargadas de madera para la iglesia que se levantaba en Santiago.
La tropa se detuvo en el
paso del Río Dulce, que estaba crecido. El río bramaba como un torrente y
arrastraba árboles y peñascos.
Otras carretas estaban allí
detenidas. Aseguraban los carreteros que en ese paso el río era muy hondo.
Se desataron los bueyes.
Mientras las bestias y los peones tomaban un descanso, San Francisco, apartado,
oraba.
Al rato, dio la orden de
uncir los bueyes y de continuar el viaje. Todos se miraron con asombro, pero
obedecieron.
San Francisco montó en su
mulita y encabezo la marcha.
Al entrar en el río,
levantó su cordón, y la encrespada masa de aguas turbias se abrió, dejándolos
pasar.
Como el Santo dijera
bromeanado: “ahí tienen el río hondo”, Río Hondo se llamó desde entonces a esa
parte del Dulce y a la población que en sus márgenes está situada, el la
provincia de Santiago del Estero [1].
015. anonimo (argentina)
[1] Versión
enviada por los maestros: Srtas. María M. Arias y María Esther Acosta, y Sres.
Aristóbulo Bustos Navarro y Justo J. Correa, de Santiago del Estero.
San
Francisco Sol ano vino a la Argentina desde el Perú
en 1586. Catequizó a los indios en nuestro territorio desde el norte hasta La Rioja y Córdoba. En su vida
prodigiosa caben, para el pueblo que aún lo recuerda, todos los milagros. El
enseñó a los indios a tocar el violín, que en la región norteña es hoy un
instrumento popular.
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