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jueves, 16 de agosto de 2012

Las cuentas del familiar

El modo de producción azucarera que se ha desarrollado en las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán determinó desigualdades sociales y económicas que fueron representadas en la figura conocida como el familiar. El objetivo es dar sentido a una realidad que marca límites sagrados entre la riqueza y la pobreza.
El mito representa una manera de comprender la dinámica de la riqueza generada por la industria del azúcar a expensas de la mano de obra que no ha mejorado sus condiciones de vida. Peones, profesionales, capataces, empleados y parientes, reconocen en el familiar al personaje que ofreció un pacto al hombre a cambio de la prosperidad económica: el mismo diablo.
La tentación fue más fuerte para los propietarios de los ingenios y se comprometieron a entregar su alma a cambio de la riqueza obtenida. La presencia del familiar en los oscuros sótanos y siniestros galpones, procuraba hacer cumplir anualmente el intercambio pactado: cada año necesitaba recibir un obrero como pago, que devoraba sin compasión hasta saciar su apetito. Con ese objetivo, el familiar se transformaba en una enorme serpiente popularmente llamada el viborón, solo vista por su víctima.
Con la última molienda de caña de azúcar, se arrojaba a uno de los trapiches un muñeco que simbolizaba la ofrenda de los dueños del ingenio, para cumplir con su parte y satisfacer al diablo durante ese año.
La imagen de un gran perro negro sin cabeza fue también vinculada a la idea del devorador de obreros que permanecía ferozmente agazapado en los sombríos recovecos del ingenio.
Mitología y realidad se sustentaban cada año cuando los pobladores dejaban sus hogares para encaminarse a la zafra, sistema de producción que se cobraba la vida de los necesitados. El mito del familiar que simbolizaba las desigualdades sociales se recreaba con la muerte o desaparición real de un obrero en el ingenio.
Actualmente, se denomina viborón al arbitrario capataz o injusto jefe de sección.

032. anonimo (diaguita)

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