Es creencia general que las
criaturas de corta edad, muertas sin haber podido pecar, van derecho al cielo,
siendo allí transformadas en ángeles; así, en vez de sufrir mucho por la
pérdida del hijo, los padres se consuelan, y con este motivo celebran bailes
ante el cadáver, alternados con algunas oraciones.
Estos bailes, siempre muy
concurridos y de animadísima diversión, son costeados por el padrino de la
criatura muerta, así como el cajón y la cruz que se coloca sobre la sepultura.
En Misiones hay una
costumbre muy curiosa. Al año del velorio, la familia va al cementerio y trae a
su casa la cruz, que precaucionalmente se fabrica articulable sobre un tronco
clavado sobre la tumba.
Esta cruz, junto con todas
las flores secas y las cintas de los ramos que adornaban el cadáver el año
anterior, y religiosamente guardadas desde entonces, son colocadas en una mesa
bien adornada y se vuelven a velar.
A esto se llama velorio de
la cruz, y con este motivo hay nuevo baile, costeado otra vez por el padrino.
En estos velorios intervienen muchas veces
lloronas o rezadoras profesionales.
Pasado el novenario del difunto, los parientes
más próximos hacen la limosna de Dios (Tupámbahé), que consiste en dar algo a
los pobres, desde carnear una res hasta repartir unas cuantas chipás o
mandioca, según los posibles de cada familia.
El velorio de personas
mayores es más serio, excluyéndose los bailes y chacotas.
En esta región no hay
sepultura sin su correspondiente cruz; más aún: si en cualquier parte es
asesinado alguno, o cae muerto de alguna afección orgánica; o lo fulmina un
rayo, etc., aun cuando no se entierre allí, se coloca también una cruz para
memoria del hecho y ese lugar es reputado tan sagrado como una tumba.
Todo el que pasa por ella
se descubre; algunos, llenos de mística superstición, no dejan de rezar por el
descanso del alma del que fué.
En algunas partes adornan
las cruces con trapos blancos que colocan suspendidos de los brazos, como se
usan en las iglesias para Semana Santa (Curuzú yeguá).
Más original es otra
costumbre observada principalmente en Corrientes: la de llevar al pie de las
cruces fruta, dulces, chipá, etc. [1]
para que el que pase por allí se sirva de ellas, con la condición de que rece sobre
la tumba por el alma del finado; todos tienen buen cuidado de hacerlo para que
el muerto no se irrite y tome venganza.
Está muy generalizada,
también, la costumbre de prender velas sobre las sepulturas.
Estas cruces son tambien llamadas Curuzú de las
ánimas y muchas de ellas tienen al pie varias piedras, principalmente las que
se hallan cerca de algún arroyo; esto es debido a los viajeros que se las
ofrendan a falta de velas, pidiéndole que les sea propicio el viaje, no les
llueva en camino, etc.
Las cruces viejas suelen
ser transportadas a las casas para encenderles allí velas y hacerles oraciones,
porque se tiene la creencia de que sirviendo a la cruz se sirve al muerto.
Son reputadas muy
milagrosamente las cruces colocadas en los árboles donde se ha suicidado algún
individuo y por extensión el árbol mismo es tenido por milagroso.
Todo este respeto supersticioso por los
muertos, tratándose de restos cristianos, se troca en desprecio cuando se trata
de restos indios; como los consideran infieles, se ríen de ellos, son capaces
de romperlos y aventar sus fragmentos.
La creencia en las malas
visiones (mbai pochí o angüe mbai entre los guaraníes) de almas en pena, es
frecuente; a los fuegos fatuos les atribuyen ese origen y dicen que se
entretienen en atajar a los viajeros en los caminos. Un medio excelente para poder pasar,
atropellando ese obstáculo, es atar un rosario bendito (que muchos llevan
consigo) en la pata delantera del caballo.
Estas malas visiones pueden
ser producidas también por el diable o por brujas; en el primer caso, los
perros, de noche, se ponen a aullar en cuanto se aproxima a las casas, y el remedio para conjurarlo es
colocar boca abajo en el suelo la chancleta o zapatilla del pie izquierdo y ponerse
a rezar; en cuanto a las brujas que se suponen mujeres de mala vida
transformadas en pájaros y pueden penetrar de este modo a las casas, lo mejor
contra sus maleficios es tirarle con los
calzoncillos o castigar el aire con un rosario bendito.
En cambio de todos estos
malos elementos, hay algunas malas buenas, como por ejemplo, la del
"negrito del pastoreo", que murió azotado por sus amos por una falta
que no había cometido, en tiempos muy anterioresa la guerra [2]
éste ayuda a encontrar las cosas o animales perdidos, con sólo ofrecerle una pulgada
de vela. Buena es tambien la de Yanuario , un pobre
que se comide a todo, principalmente en los trabajos de campo, asi en los rodeos,
cuando es necesario, le gritan: ¡Ataje Yanuario! y él ataja los animales, no
sin protestar, pues muchas veces les contesta: "solo se acuerdan de
Yanuario para trabajar y nunca para comer", aludiendo a la extremada
miseria que pasó toda su vida.
Extraído del libro Supersticiones y Leyendas de Juan B.
Ambrosetti Edicion 1912
015. anonimo (argentina-misiones)
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