Se
le puede ver danzando sobre la débil alfombra, de un hualve, sin tenor a que,
en cualquier instante el hualve se rompa y la trague el pantano. De vez en
cuando cesa su danza, para observar su horrible rostro en el reflejo de un
charco y peinar su cabellera con un reluciente peine de plata. Menea
coquetamente sus prominentes pechos y corre ágilmente entre los troncos
quemados por los roces, haciendo flamear su breve pollera roja y mimetizando
sus miembros entre los semicarbonizados ganchos de los árboles. Luego se
escabulle entre los matorrales, en busca de las espinozas "chauras",
que come con glotonería. El más leve ruido la asusta.
Luchar
con ella, es imposible; posee tal fuerza y destreza, que ni los hombres más
fuertes pueden vencerla, pues los deja a todos maltrechos y contusos, cuando no
quedan "teldelde" (trémulos). Por más que se le intente golpear, no
se logra asestarle un solo golpe, es como pegarle a la sombra.
Las
deformaciones causadas por la
Fiura , son prácticamente incurables salvo afortunados casos,
en los cuales mediante el siguiente tratamiento se puede conseguir alivio: al
amanecer se corta una rama de la enredadera llamada Pahueldún. Una vez
transportada junto al enfermo, se la azota, hasta que brote la savia, la cual
debe beber el enfermo. En seguida la rama azotada se la arrastrando hasta la
playa, para lanzarla al mar. También se dice que se pude tomar raspaduras de
“Piedra de Ara” para contrarrestar los males provocados por la Fiura.
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