Cuenta la historia que cuando se instalaron los
españoles en América y la sangre aborigen comenzó a correr por los valles y
tiñó de rojo los ríos y arroyos que serpenteaban entre las sierras, los
comechingones recordaron la leyenda del águila que habían escuchado de sus
abuelos. Y la volvieron a contar porque era casi su única esperanza: algún
elegido vendría por el ave a traer la paz, para, por fin, lograr la hermandad
entre los pueblos.
Se dice que existió una niña de nombre Arabela que
poseía cualidades extraordinarias y que, convertida en mujer, las desarrolló en
defensa de su tribu. Con su sabiduría y fina percepción guió las batallas, y
logró, de esa manera, que resistieran más allá de la posibilidad humana. Y, si bien
"la historia la escriben los que ganan”, nadie podrá negar la valentía con
la que lucharon los comechingones, cuyo grito de guerra resultó conocido y
temido por sus adversarios.
Arabela, la enviada, murió luchando por su pueblo,
pero su alma se encuentra protegida por el vuelo triunfal del águila libre. Por
eso, desde entonces, este pájaro representa no solo la libertad sino el deseo
divino de hermandad entre los hombres; anhelo que vivirá hasta que todos
entiendan que es el único camino hacia la felicidad.
025. anonimo (comechingon)
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