Paí Pajarito a diferencia de Perurimá, que era suave
como un guante -suavidad que a nadie engañaba, pues era sólo el antifaz bajo el
cual disimulaba su malicia-, tenía el carácter brusco y desparejo. Con
frecuencia se dejaba llevar de sus arrebatos. Su corazón era un motor fácil de
hacer arrancar, pero difícil de detener una vez puesto en marcha, pues sus
frenos no funcionaban bien. No tenía pelos en la lengua, para decir las cosas,
pero una vez dichas se arrepentía y trataba de remediar el mal que ocasionaba.
Si no lo conseguía, no quedaba en paz con su conciencia sino aplicándose unos
buenos disciplinazos. En el fondo tenía un alma de niño y no había quien le
ganara en el cumplimiento de sus deberes de sacerdote. La parroquia de Santa
Lucía lo tuvo de cura párroco durante muchos años, llegando en sus andanzas a
San Roque, Saladas y Bella Vista. Le gustaba viajar a caballo, la sotana
arremangada a la cintura y las piernas al descubierto. Donde encontraba un
bolicho se bajaba y se hacía servir una copa.
Conversaba y bromeaba con todo el mundo, pero cuando
alguien se propasaba lo reducía a silencio con una de sus pullas. Sus
costumbres eran liberales, y su lenguaje -se expresaba exclusivamente en
guaraní, aun en sus sermones, no pocas veces agresivo y procaz, lo que no
impedía que desempeñara a conciencia su sagrado ministerio, llevando su ayuda
moral y material a cuantos necesitaban de ella.
He aquí dos de sus cuentos:
Las naranjas del paí pajarito
El sacramento de la extremaunción
037. anonimo (guarani)
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