Allá por el siglo XV, un joven soldado fue hecho preso
en los Santos Lugares. Sufría tanto por la esclavitud que su único deseo era
escapar. Una tarde logró huir y corrió hasta que, lejos de su cárcel, se
arrodilló junto a un olivo e invocó a la Virgen para que le ayudara. Cuando
levantó la vista, vio que sobre las ramas del árbol había una imagen de la
Madre de Dios pintada sobre una tabla. Reconfortado al sentir la santa
compañía, se durmió a los pies del olivo. Al despertar, sin embargo, notó que
se hallaba en otro lugar.
El aire era más puro y las tierras más ricas, sin
embargo el árbol era el mismo y sobre sus ramas aún estaba la tabla con la Virgen.
De pronto se dio cuenta: ¡había regresado a su pueblo!
Delante de él, sus familiares le miraban atónitos.
Cuando el soldado contó lo ocurrido, llevaron en procesión la imagen de la
Virgen hasta la iglesia, con olivo y todo. Más tarde hicieron una capilla en el
lugar donde había estado el árbol y lo devolvieron al hueco del que lo habían
sacado. La capilla de Olivete existe todavía.
0.999.3 anonimo leyendas,
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