En una época ya lejana, vivía en Saint-Michael un
joven de gran inteligencia y bondad. Se había enamorado de la hija de unos
ricos vecinos, pero ellos no lo querían por su falta de linaje y no permitían
que se casaran. Desolado, solía pasear por la playa. Se decía que sumergido en
el mar había un castillo donde moraba una bella princesa prisionera de
espíritus malignos y a la que sólo se podía ver en la noche de San Juan.
A las doce de la noche el mar se abría y mostraba un
acceso al castillo. Una vez en él, para liberar a la princesa, había que encontrar
una varita mágica. El joven empezó a obsesionarse con la idea... y acabó creyendo
que aquella varita le concedería todos sus deseos. La noche de San Juan el joven
fue a la playa y esperó a que sonaran las campanadas de medianoche. Entonces vio
que el mar se abría ante sus ojos...
Al fondo de un sendero vio el castillo iluminado y, en
un balcón, a una dama que pedía socorro.
El joven fue a rescatarla, no sin antes buscar la varita
mágica. Cuando las aguas empezaban a juntarse, el muchacho, con la varita,
mandó retirarse al mar y con él a los espíritus malignos.
Así liberó a la princesa de la que, sin haberlo imaginado,
se enamoró.
0.999.3 anonimo leyendas,
No hay comentarios:
Publicar un comentario