A finales del siglo XIX, sucedió que un hombre llamado
Juan se ató a una cuerda; sujetó un extremo de ésta a un saliente de las rocas
más altas y se anudó él mismo al otro extremo. Así sujeto, descendió hasta una
cueva donde se decía que podía estar el «tesoro de Darío». Algunas personas le
vieron descender y, llegado a un punto, vieron que se había estancado y no
podía avanzar ni retroceder. El tal Juan estaba en peligro, pues empezaban a
fallarle las fuerzas.
-¡No desfallezcas! -le gritaron los amigos desde el
borde de las rocas. Nosotros tiraremos de la cuerda para sacarte de ahí.
Sin embargo, por más que tiraron con todas sus
fuerzas, no hubo suerte, pues aunque pusieron todo su empeño en subirle, Juan
no se movía ni un ápice del lugar en el que se había atascado. Cuentan que allí
murió de hambre y de sed, y se dice que los guardianes del tesoro fueron la causa
de su invisible encadenamiento.
0.999.3 anonimo leyendas -
No hay comentarios:
Publicar un comentario