Cerca de Córcega y Cerdeña existen unos islotes que
visitan los turistas. En cierta ocasión un matrimonio con dos hijos desembarcó
en uno de ellos. Mientras los padres descansaban, sus hijos decidieron explorar
el centro del islote. Aunque al poco tiempo el muchacho dijo que debían regresar,
su hermana insistió en continuar por un sendero.
-Vamos a ver qué hay detrás -le rogó la niña, curiosa.
Y su hermano aceptó.
Cuando llegaron a un cerro vieron que ante sus ojos se
extendía una planicie verde en la que, con gran estruendo, apareció una manada
de vacas salvajes.
Al regresar junto a sus padres, divisaron un valle que
parecía presidido por una enorme cruz.
Justo cuando la vieron, llegó hasta los niños un
sonido semejante al de angustiosos lamentos. Se preguntaron qué podía ser
aquello y ambos pensaron que debía de haber un viejo cementerio donde se
levantaba la cruz, pero no se detuvieron a investigarlo.
Ya junto a sus padres, les contaron todo lo que habían
visto. Ellos trataron de persuadirles de que aquel lugar no podía ser un cementerio,
pues el oficial se encontraba en otro islote. Rodeando la isla con su barco llegaron
al faro y llamaron al centinela para preguntarle si alguien podía guiarles para
cruzar el estrecho de Bonifacio.
El farero se ofreció a hacerlo y, durante el trayecto,
los niños le hablaron del valle, de las vacas y de la enorme cruz sobre el
supuesto cementerio. Al oír su narración el farero exclamó:
¡Así que es cierto lo que dicen!
Y explicó a la familia que otros decían haber visto lo
mismo que los niños. Y es que se cuenta que muchos años atrás, un barco naufragó
en el islote.
Llevaba más de cien hombres y muy pocos se salvaron.
Se dice que éstos hicieron su propio campo santo para sus compañeros y parece
ser que sus lamentos son los que aún hoy se pueden oír en el valle.
0.999.3 anonimo leyendas,
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