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martes, 27 de agosto de 2013

El califa cigüeña

Cuando reinaba en Bagdad el califa Jasid, la gente vivía contenta, pues era un hombre inteligente y generoso, como su visir, Mansur. Pero cierto día descubrió Jasid que su visir estaba triste porque había llegado a la ciudad un mercader que vendía maravillas y Mansur no tenía dinero para comprar nada especial.
Así que Jasid mandó llamar al mercader y...
... le compró una misteriosa caja que regaló a su visir.
Esta guardaba un papel con un mensaje:
«El que diga tres veces la palabra Mutábor se convertirá en el animal que quiera y conocerá su lenguaje. Pero si olvida la palabra, nunca recobrará su forma humana».
Entonces pasó una cigüeña. Jasid y Mansur se miraron y repitie-ron a coro:
-Mutábor, Mutábor, Mutábor.
Y se convirtieron en preciosas cigueñas.
Durante un tiempo, Jasid y Mansur convivieron con las cigüeñas... ¡y olvidaron las palabras mágicas! Así que siguieron volando. Un día se encontraron con una lechuza a la que le contaron su historia.
-Yo soy la princesa Lusa -les confesó ella. Sé la palabra mágica y os la diré si me ayudáis.Un mago me hechizó y mi maleficio sólo se romperá cuando algún humano prometa casarse conmigo.
El trato parecía algo peligroso: ¿cómo sería la princesa Lusa en realidad? Pero como Mansur ya estaba casado, Jasid tuvo que aceptar.
-Yo me casaré contigo -dijo Jasid, así que dinos las palabras mágicas.
La lechuza las dijo y ellos repitieron:
-Mutábor, Mutábor, Mutábor.
Y recobraron la forma humana, lo mismo que la lechuza, que se transformó en una bellísima joven.
De regreso a su reino, el califa Jasid y la princesa Lusa celebraron su boda y vivieron muchos años felices, puesto que ya no fueron presa de ningún maleficio y a todos ellos se les quitaron las ganas de jugar con lo desconocido.

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