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martes, 27 de agosto de 2013

El pescador y la diosa

En la isla de Lesbos vivía un muchacho llamado Faón que se ganaba la vida llevando pasajeros en su barca.
Cierto día una mendiga le pidió que la trasladase hasta Asia Menor. Era evidente su pobreza, pero a Faón le conmovió su aspecto y, olvidándose del dinero, decidió llevarla.
Al llegar a la costa de Asia y desembarcar la pobre mujer, Faón aún quiso tener un detalle más con ella.
Sacando la mayor de las monedas que llevaba, se la tendió a la vieja mendiga.
Ella le había contado que aún tenía que continuar viaje y Faón pensó que no tendría con qué pagarse más transportes, de ahí su generosidad.
-Gracias, muchacho -dijo ella agradecida. A cambio, recibe este obsequio.
La mujer le entregó un frasco de perfume tan exquisito que el joven Faón supo en ese momento que la viajera era la diosa Venus.
De vuelta a Lesbos, contento por su encuentro con la diosa, Faón se refrescó el rostro con aquel perfume extraordinario.
Al instante quedó convertido en el hombre más hermoso de la Tierra. Desembarcó y se dirigió a Mitilene, donde a su paso fue provocando el asombro de todas las doncellas, que se prendaban de su belleza. Pero especialmente cautivó a Safo, una mujer noble, que se enamoró perdidamente de Faón. Hasta tal punto que, sin el menor pudor, decidió perseguirle sin cesar con sus requerimientos procurando ablandar su corazón.
Sin embargo Faón no demostraba estar enamorado de Safo y ella, dolida por el desprecio de quien había elegido su corazón, un mal día decidió ir al salto de Léucades para curarse de su mal de amor. Allí acudían los enamorados desdichados desde que Venus se había curado del amor que sentía por Adonis tras bañarse en él. Safo se embarcó hacia Léucades, pero, desfallecida como estaba, cayó al agua. Un remolino la enredó entre sus garras y Safo desapareció para siempre.

0.999.3 anonimo leyendas,

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