Leyenda del pirineo
Hablamos de los Baños de
Benasque. Los más altos de España, situados nada menos que a 1.702 metros de
altura y explotados como tales desde tiempos inmemoriales. Ya en el siglo
pasado los elogiaba así un eminente geógrafo: "Varios millares de
extranjeros, después de probar las aguas sulfurosas más acreditadas de Europa,
han concurrido a las de Benasque y regresado a su patria perfecta-mente
curados."
Las aguas manan en la
ladera occidental de la Tuca
del Campa-mento por tres fuentes abundantísimas que dan aproximadamente
trescientos litros por minuto. Y un poco más abajo manan otras tres, la de San
Miguel, San Cosme y Opiladas. Y todavía hay otras cercanas como las de san
Roque, San Juan y San Victorián, menos importantes.
Hace muchísimos años,
dicen que el diablo no venía nunca por estas tierras. No era necesaria su presencia
personal pues al parecer tenía sus emisarios y súbditos, sobre todo las brujas
y brujones que se reunían en el glaciar del Aneto o el de la Maladeta , o el Turbón o
Fadas (que de ahí viene su nombre). Ellos eran los encargados fieles de
desencadenar las tormentas y todos los males diabólicos.
Pero de pronto su
influencia decayó notablemente en el valle. Bien porque los montañeses les
plantaban cara y los mantenían a raya, bien porque eran de su natural más bien
débiles o bondadosos, lo cierto es que la comarca vivía feliz y tranquila. La
vida era allí bucólica y dichosa entre los bosques, ibones y fontanales. Los
rebaños de vacas o de ovejas no se veían turbados para nada y todo el valle
parecía la antesala del cielo.
Cuando, héte aquí que
Satanás, aburrido de contemplar tanta dicha se presentó en el valle. Aquél fue
un día terrible: unas ensor-decedoras tronadas sacudieron hasta los cimientos
de las montañas desde el Aneto al Gallinero, desde Vallibierna hasta el Posets,
que de entonces datan los abundantes pocillos o "posets" que dieron
luego nombre a la montaña en su vertiente oriental y a la que los chistavinos siguen
llamando con el nombre aragonés de Lardana.
Después que hubo
provocado todos los desastres que le fue posible en casas, cuadras, campos y
monte, para dar una lección práctica a sus secuaces, los reunió en el lugar de
costumbre para soltarles una airada filípica por su negligencia.
Los juntó, pues, en el
paraje que ahora llamamos los Baños. Los introdujo en una cueva y allí comenzó
su patética indagación, para comprobar, desolado, que no habían hecho nada de
nada. Ni habían matado una sola vaca, ni habían desencadenado pedriscos en los
campos, ni provocado incendios en los pinares, ni habían soltado aludes de
nieve, ni se habían llevado a la tumba criaturas sin bautizar, ni habían
aplanado casas, ni incortado matrimonios, nada.
El tono de su voz iba en
un crescendo amenazador. Ellos, brujones, brujas, pobres diaplleróns, aojadores
y licántropos, le pedían perdón consternados y prometían un cambio radical en
su conducta y actuaciones. Podía estar seguro el príncipe de los demonios que
de ahora en adelante iban a convertir el idílico valle en una auténtica sala de
espera del infierno.
Pero de poco valieron sus
promesas. Satanás estaba indigna-dísimo, desconfiaba de todos sus secuaces y
estaba resueltamente dispuesto a prescindir de sus servicios que tan mal
resultado le habían dado hasta entonces. (Parece ser, en efecto, que desde
aquella fecha no ha habido brujas en la Ribagorza ). Prefería actuar por sí mismo. Y bien
que lo iban a comprender Benasque y todos los pueblos vecinos.
Al terminar su discurso,
interrumpido de cuando en cuando por llamaradas terribles que lanzaba por su
boca y por sus ojos chispeantes, les comunicó tajante la condena que de ahora
en adelante les esperaba: desde aquel momento, todos ellos iban a quedar
irremisiblemente encerrados en aquella cueva. Además iban a transformarse en
piedras, rodeados de fuego por todas partes hasta el día en que llegase al
valle algún otro de su calaña que tuviese las suficientes agallas para desencadenar
todos los males que ellos habían sido incapaces de hacer.
Dicho esto y entre
horripilantes estampidos y llamaradas, desapareció de su vista. Ellos
comprobaron cómo poco a poco iban quedando paralizados, incapaces de cualquier
movimiento y cómo se iban solidificando, adoptando la forma de roca, al mismo
tiempo que empezaban a padecer un calor insoportable al límite de su aguante. Y
allí quedaron, encerrados en la cueva, y allí siguen todavía hasta Dios sabe
cuándo, ya que Satanás no parece que tenga intención de liberarlos.
Por eso aquella zona del
valle quedó sin vegetación alguna. Solamente se ven piedras por todas partes y
por eso el agua de sus fuentes sale caliente.
Los benasqueses que son
gente práctica decidieron aprovechar esa circunstancia y construyeron allí,
encima de la cueva maldita los afamados Baños de Benasque.
Las gentes creen que
debajo de las fuentes existe algún volcán y puede que tengan razón. Y dicen también,
que cuando llegue el día que profetizó el diablo -Dios no lo quiera- el volcán
subterráneo estallará y lo arrasará todo y no quedará nada en el valle, hasta
Graus.
0.013. anonimo (aragon)
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