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sábado, 15 de septiembre de 2012

La cueva de los baños


Leyenda del pirineo

Hablamos de los Baños de Benasque. Los más altos de España, situados nada menos que a 1.702 metros de altura y explotados como tales desde tiempos inmemoriales. Ya en el siglo pasado los elogiaba así un eminente geógrafo: "Varios millares de extranjeros, después de probar las aguas sulfurosas más acreditadas de Europa, han concurrido a las de Benasque y regresa­do a su patria perfecta-mente curados."
Las aguas manan en la ladera occidental de la Tuca del Campa-mento por tres fuentes abundantísimas que dan aproximadamente trescientos litros por minuto. Y un poco más abajo manan otras tres, la de San Miguel, San Cosme y Opiladas. Y todavía hay otras cercanas como las de san Roque, San Juan y San Victorián, menos importantes.
Hace muchísimos años, dicen que el diablo no venía nunca por estas tierras. No era necesaria su pre­sencia personal pues al parecer tenía sus emisarios y súbditos, sobre todo las brujas y brujones que se reunían en el glaciar del Aneto o el de la Maladeta, o el Turbón o Fadas (que de ahí viene su nombre). Ellos eran los encargados fieles de desencadenar las tormentas y todos los males diabólicos.
Pero de pronto su influencia decayó notablemente en el valle. Bien porque los montañeses les plantaban cara y los mantenían a raya, bien porque eran de su natural más bien débiles o bondadosos, lo cierto es que la comarca vivía feliz y tranquila. La vida era allí bucólica y dichosa entre los bosques, ibones y fontana­les. Los rebaños de vacas o de ovejas no se veían turbados para nada y todo el valle parecía la antesala del cielo.
Cuando, héte aquí que Satanás, aburrido de con­templar tanta dicha se presentó en el valle. Aquél fue un día terrible: unas ensor-decedoras tronadas sacudieron hasta los cimientos de las montañas desde el Aneto al Gallinero, desde Vallibierna hasta el Posets, que de entonces datan los abundantes pocillos o "posets" que dieron luego nombre a la montaña en su vertiente oriental y a la que los chistavinos siguen llamando con el nombre aragonés de Lardana.
Después que hubo provocado todos los desastres que le fue posible en casas, cuadras, campos y monte, para dar una lección práctica a sus secuaces, los reunió en el lugar de costumbre para soltarles una airada filípica por su negligencia.
Los juntó, pues, en el paraje que ahora llamamos los Baños. Los introdujo en una cueva y allí comenzó su patética indagación, para comprobar, desolado, que no habían hecho nada de nada. Ni habían matado una sola vaca, ni habían desencadenado pedriscos en los campos, ni provocado incendios en los pinares, ni habían soltado aludes de nieve, ni se habían llevado a la tumba criaturas sin bautizar, ni habían aplanado casas, ni incortado ma­trimonios, nada.
El tono de su voz iba en un crescendo amenazador. Ellos, brujones, brujas, pobres diaplleróns, aojadores y licántropos, le pedían perdón consternados y prometían un cambio radical en su conducta y actuaciones. Podía estar seguro el príncipe de los demonios que de ahora en adelante iban a convertir el idílico valle en una auténtica sala de espera del infierno.
Pero de poco valieron sus promesas. Satanás esta­ba indigna-dísimo, desconfiaba de todos sus secuaces y estaba resueltamente dispuesto a prescindir de sus servi­cios que tan mal resultado le habían dado hasta enton­ces. (Parece ser, en efecto, que desde aquella fecha no ha habido brujas en la Ribagorza). Prefería actuar por sí mismo. Y bien que lo iban a comprender Benasque y todos los pueblos vecinos.
Al terminar su discurso, interrumpido de cuando en cuando por llamaradas terribles que lanzaba por su boca y por sus ojos chispeantes, les comunicó tajante la condena que de ahora en adelante les esperaba: desde aquel momento, todos ellos iban a quedar irremisible­mente encerrados en aquella cueva. Además iban a transformarse en piedras, rodeados de fuego por todas partes hasta el día en que llegase al valle algún otro de su calaña que tuviese las suficientes agallas para desen­cadenar todos los males que ellos habían sido incapaces de hacer.
Dicho esto y entre horripilantes estampidos y lla­maradas, desapareció de su vista. Ellos comprobaron cómo poco a poco iban quedando paralizados, incapaces de cualquier movimiento y cómo se iban solidificando, adoptando la forma de roca, al mismo tiempo que empezaban a padecer un calor insoportable al límite de su aguante. Y allí quedaron, encerrados en la cueva, y allí siguen todavía hasta Dios sabe cuándo, ya que Satanás no parece que tenga intención de liberarlos.
Por eso aquella zona del valle quedó sin vegetación alguna. Solamente se ven piedras por todas partes y por eso el agua de sus fuentes sale caliente.
Los benasqueses que son gente práctica decidieron aprovechar esa circunstancia y construyeron allí, enci­ma de la cueva maldita los afamados Baños de Benas­que.
Las gentes creen que debajo de las fuentes existe algún volcán y puede que tengan razón. Y dicen tam­bién, que cuando llegue el día que profetizó el diablo -Dios no lo quiera- el volcán subterráneo estallará y lo arrasará todo y no quedará nada en el valle, hasta Graus.

0.013. anonimo (aragon)

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