Leyenda del pirineo
Cuenta una leyenda
antiquísima que un montañés se enamoró de un hada que vivía en un lago del
Pirineo. No he podido saber de qué ibón se trata. El hada debía ser bellísima,
como las que aparecen en los cuentos y para hacerse valer puso sus condiciones
al montañés:
-"Me casaré contigo
el día que te presentes aquí, ni en ayunas ni comido; ni vestido ni desnudo; ni
a pie ni a caballo".
Naturalmente, tales
condiciones eran una negativa rotunda. Pero significa-ban también ignorar el
ingenio y la tenacidad de los hombres de mi tierra.
Nuestro hombre le dio
muchas vueltas en su cabeza al asunto. Y finalmente, una mañana se presentó en
el lago con tres granos de ordio en la boca, cubierto con una red de pescador y
montado en una cabra: había cumplido las condiciones impuestas y el hada se
tuvo que casar con él.
Antes de su casamiento
todavía tubo que prometerle no volverse nunca al pueblo y que jamás la
llamaría "muller de fumo" ni "muller d'aigua" (mujer de humo
mujer de agua), que al parecer repugna especialmente a las hadas.
Una mujer de humo -o tal
vez de agua- parece que habita también en el ibón de Estanés. Los ansotanos no
la han visto nunca, ni tampoco los chesos. Sin embargo, así lo afirman sus
vecinos franceses del pueblecillo de Lescun. "Dona de fun" la llaman
ellos porque es tan bella como imprecisa, y también "dona de l'aigua",
móvil como el sueño, escurridiza como el amor. Solamente puede verse en la
madrugada de la noche de San Juan y antes de salir el sol.
Sin embargo, en nuestras
montañas se habla raras veces de hadas. Prefieren que haya una mayor sensación
de realidad en sus leyendas y como somos tan aficionados a relacionarlo todo
con la invasión de los moros, a las hadas las llaman "moras".
Así pues, los castillos y
los puentes son de los moros. Las leyendas, de las moras. Por eso tenemos
"La losa mora" con una leyenda preciosa sobre el dolmen de Mascún, la Mora encantada dela cueva de
Solencio, la Mora
de Oza, la basa de la Mora ,
de Plan...
Precisamente, esta última
es la que me ha evocado la leyenda del ibón de Estanés.
No sabemos por qué está
allí. Pero si subes al ibón de Plan en la noche de San Juan, te lavas la cara y
mejor todavía te zambulles entero en sus aguas heladas y azules, y por
añadidura tienes el corazón limpio de envidias y ambiciones, verás que antes de
salir el sol se empieza a remover el agua que hasta ahora era un espejo bruñido
en donde las estrellas de junio se miraban embelesadas.
Al principio el
movimiento es muy suave, como si un angelico travieso hubiera echado una china
en el agua, o como si una de las estrellicas hubiera caído al agua para jugar a
hacer ondas y festonear el lago.
Pero no: luego el
movimiento se va acelerando poquito a poco y al final forma un verdadero
remolino cada vez más vertiginoso como si el fondo del lago tuviera un
tragadero que hubieran abierto de repente. Casi da vértigo al mirarlo.
Y en el mismo instante en
que aparece el primer rayo de sol por Armeña, se levanta lentamente del centro
de la vorágine una forma brillante que va tomando la figura de una hermosa
señora.
Se queda plantada encima
de la superficie del agua, como si fuera una reina en su palacio de cristal
arrancado de un libro de cuentos de fantasía. Mira hierática a su alrededor y
en seguida da comienzo a su danza mágica, armoniosa, cimbreante. Se va
deslizando por el agua como si careciera de peso.
Los que han tenido
fortuna de contemplar su figura y sus danzas, aseguran que va vestida desde el
cuello hasta los pies, con serpien-tes enroscadas en el cuerpo, brazos,
piernas, tobillos. Serpientes de todos los colores, rojas, verdes, amarillas,
azules... Por entre las serpientes brilla alucinante la plata, el oro, las
piedras preciosas, los corales, los rubís, topacios, diamantes... Las culebras
se le enroscan por todas partes y van moviéndose graciosamente al compás de la
danza.
Dicen que quizás es el
alma en pena de una princesa mora que se perdió por entre los riscos de Xistau,
cuando buscaba a su príncipe que tal vez quedó también encantado y convertido
en piedra. Hay que subir a la
Basa de la Mora
en la noche de la sanjuanada. Y si es que no ves a la mora es señal clarísima
de que no tienes el corazón limpio.
Los chistabinos nunca
llaman al lago "el ibón de Plan" como aparece en los mapas, sino con
mucho mayor sentido poético, y convencidos de la veracidad de la leyenda,
"la Basa de
la Mora ".
No es ésa la única
"mora" que tenemos en nuestra tierra. En el Prepirineo, en el
barranco de Mascún, que parece arrancado de las mil y una noches, está también
"la losa mora". Los eruditos la llaman "el dolmen de
Mascún" a esa piedra plana de tres o cuatro metros de anchura que parece
invitar a un banquete. Dicen que los moros enterraron allí a su rey. De hecho
se encontraron restos humanos y hasta hay quien asegura que se halló un puñal.
Una mora lloraba la
muerte de su dueño y vagaba por todo el valle con la losa apoyada en la cabeza,
mientras deambulaba con su rueca bajo el brazo hilando sin cesar y desgranando
los suras del Corán con labios temblorosos hasta que encontró los restos de su
amor. Y allí depositó la losa que sigue estando en nuestros días.
Más terrible parece que
fue la Mora de
Oza. Vivía en un paraje de su selva, la más cerrada y preciosa selva que vio
monte alguno, y sin más compañía que su avaricia y su odio a todo lo santo.
Siempre empleaba sus artes mágicas para hacerse con un inmenso tesoro de
cálices, patenas y otros objetos sagrados robados Dios sabe dónde.
Un buen día, un pastor de
Echo que apacentaba su rebaño por los alrededores de la selva, se metió dentro
para sestear en las horas de mayor calor del día. Y héte aquí que, medio
escondido entre unas matas de boj, encontró un cáliz precioso. Miró a su
alrededor y al comprobar que nadie lo estaba observando lo guardó en su zurrón
con intención de llevárselo al Monasterio de San Pedro de Siresa.
Creía que nadie lo había
visto, pero es que las moras-hadas no necesitan estar presentes para enterarse
de todo. Al despertar de su siesta el cáliz seguía estando en su zurrón pero en
todo el ambiente flotaba un halo de misterio que lo sobrecogió.
Pronto se sintió como
perseguido por unas fuerzas sobrenaturales que le oprimían por todas partes.
Dejó allí el ganado y huyó despa-vorido hacia el pueblo.
Corría con todas sus
fuerzas porque pensaba que si conseguía refugiarse en el Monasterio, allí se
sentiría seguro y protegido contra todo mal. Pues no cabía duda que era algo
infernal lo que le perseguía.
La mora que ya estaba
pisándole los talones no pudo alcanzarle. Justo en aquel momento penetraba el
pastor en la basílica.
Ella, enfurecida al no
poder entrar y verse burlada por el pastor y privada de uno de sus preciados
tesoros, se convirtió en serpiente y con saña infinita pegó un terrible
coletazo contra uno de los bancos de la entrada,
Cuando visitéis ese
cúmulo de arte y de misterios que se llama San Pedro de Siresa, todavía podréis
ver en el banco de piedra marcada la huella inconfundible de su cola.
0.013. anonimo (aragon)
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