En el
palacio real reinaba el silencio. Su faraón Amenemhat I había muerto, y toda la
Corte mostraba su respeto en señal de duelo. Aunque también se sentía una gran
preocupación en el ambiente… ¿quién sucedería al rey?
El mayor de
sus hijos, quien debía sucederle, se encontraba lejos de palacio al frente del
ejército, protegiendo el país. Rápidamente partieron mensajeros en su busca
para informarle, y así, Sesostris I decidió regresar apresurada-mente.
Por su
parte, los demás hijos del rey Amenemhat I querían sucederle al enterarse de su
muerte.
Sinuhé,
hombre de confianza del faraón, observó que un hombre informaba a uno de los
príncipes. Amenemhat había sido víctima de un complot, siendo asesinado por
unos cortesanos que bajo las órdenes de este príncipe burlaron la guardia. Sinuhé
temía por su vida, creyendo que al no haberse enterado de esas malas
intenciones y no poder informar al futuro sucesor (Sesostris I) como era su
deber, sería castigado a pesar de su inocencia. Pensó entonces en marcharse de
Egipto.
Y así lo
hizo. Sinuhé esperó el momento apropiado y tras esconderse evitando a los
oficiales y cortesanos, se dirigió hacia el Delta del Nilo. Por la noche, tras
esquivar la vigilancia de los centinelas, cruzó la frontera saliendo de Egipto.
Pero no
contaba con una gran dificultad en su camino: el desierto. Caminando bajo el
sol, muerto de sed, sintió cómo iba perdiendo sus fuerzas hasta caer sobre la arena. Y pasaron las
horas, o incluso días, hasta que de pronto despertó al escuchar el sonido de un
rebaño y unas voces a su alrededor. Abrió los ojos y se encontró con un grupo
de nómadas inclinados sobre él que lo observaban. Un hombre del grupo reconoció
a Sinuhé, a quien había conocido en Egipto, y ordenó que le dieran de comer y
de beber, invitándole a unirse a la caravana. De manera que accedió y les acompañó
por el desierto ganándose el cariño de todos rápidamente.
El príncipe
beduino Amunenshi había oído hablar de Sinuhé y requirió su presencia para
proponerle que se quedara bajo su amparo, como ya habían hechos muchos otros
egipcios.
-¿Por qué
te fuiste de Egipto? ¿Ha ocurrido algo grave en tu tierra? -preguntó el
príncipe Amunenshi.
Sinuhé le
contó sobre la muerte del faraón y su temor a caer en desgracia. Y para no
parecer un traidor, dado que se encontraban numerosos egipcios acogidos en la
corte de Amunenshi, contestó:
-El
primogénito del rey regresó a palacio y sin duda gobierna Egipto. Yo sólo he
temido por mi vida, y por eso me he marchado.
Amunenshi
quedó satisfecho con sus respuestas, y a partir de entonces Sinuhé se quedó en
su Corte, quien rápidamente fue querido por todos. Se casó con la hija mayor
del príncipe, y recibió como regalo las tierras más fértiles del oasis.
Sinuhé se
convirtió en uno de los hombres más ricos y poderosos, llegando a ser jefe de
una tribu. Incluso fue nombrado general de los ejércitos, ganando grandes
batallas. Y de este modo, su fama se fue extendiendo.
Pero
también existían hombres envidiosos. Y así fue que uno de los mejores guerreros
de Retenu que sentía celos de Sinuhé se atrevió a desafiarle en combate.
Durante
toda la noche, Sinuhé estuvo preparando sus armas. Todo el pueblo se había
congregado nervioso para presenciar la lucha, pero la gran mayoría estaba a
favor de Sinuhé.
El guerrero
sirio era muy fuerte y valiente, y manejaba las armas con mucha habilidad.
Sinuhé no era tan fuerte como él, pero era astuto y ágil. ¿Quién vencería el
combate?.
El egipcio
consiguió fácilmente esquivar las armas que el guerrero sirio arrojaba contra
él, quedándose al poco tiempo sin armas con las que luchar, salvo con sus
propias manos. El sirio se puso tan nervioso que se lanzó furioso contra
Sinuhé, pero éste arrojó una flecha contra él venciéndolo.
El príncipe
Amunenshi, y todo el pueblo, saltaban de alegría por la victoria de Sinuhé.
Sin
embargo, Sinuhé no era del todo feliz. Pensaba a menudo en su tierra, Egipto, y
cada vez se sentía más apenado. Su mayor deseo era regresar a Egipto para
cuando muriera poder ser enterrado en su tierra. Esto era muy importante para
un egipcio: ¿cómo su alma alcanzaría el reino de Osiris?
Y esta era
su constante preocupación. Mientras cumplía con sus deberes como jefe de la
tribu, en secreto invocaba a sus dioses pidiéndoles que permitieran su regreso
a Egipto.
En Egipto
reinaba con justicia el faraón Sesostris I, pero para ello había tenido que
luchar duramente debido a las revueltas políticas. Por fin reinaba la paz.
A oídos del
faraón llegaron noticias de Sinuhé a través de los viajeros egipcios que habían
pasado por su casa, y le escribió pidiéndole su regreso a palacio y a su
tierra, ya que sabía de su inocencia en el complot contra su padre.
Sinuhé,
lleno de alegría, contestó a la carta de Su Majestad explicando sus temores y
los motivos de su huída. Pasó el día repartiendo todos sus bienes entre sus
hijos y se despidió de todos sus amigos, regresando a Egipto.
Sesostris I
fue muy generoso con Sinuhé entregándole una enorme casa reformada que
perteneció a un noble de la Corte y colmándole de bienes; y ordenó que le
construyeran una magnífica tumba de piedra preparándole un merecido ajuar
funerario para cuando le llegara el momento de su muerte.
Y así fue
cómo Sinuhé el egipcio, colmado de honores y riquezas, esperó el momento de su
muerte dichoso por encontrarse de nuevo en Egipto.
034. anonimo (egipto)
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