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jueves, 23 de agosto de 2012

El fin del matriarcado

En la era de los hoowin, las mujeres dominaban a los hombres, que cazaban y proveían lo necesario, pero además eran obligados a atender a los niños, cargar y hacer la vivienda desmontable, recoger agua, preparar fuego y comida. Esto respondía a la alianza que tenían con los dioses, origen del poder.
Cuando ellas organizaban una reunión para iniciar a las jóvenes, los hombres desde lejos observaban a los dioses que salían de los bosques, descendían del cielo o emergían de la tierra. De esta manera se renovaba la alianza entre las partes y los hombres mantenían su sumisión.
En aquellos tiempos, solo las mujeres practicaban la brujería y presidían la reunión prohibida para los hombres. En ese contexto enseñaban sus habilidades a las jóvenes mujeres, transmitiéndoles la facultad de causar la muerte por dolencia.
Su autoridad provocaba temor en los hombres quienes, aunque fuertes, eran incapaces de combatir la brujería y las enfermedades. En una ocasión, kren (sol) pasó cerca de la gran cabaña y descubrió a dos mujeres que se estaban disfrazando de dioses entre risas y carcajadas. Informó a los demás y una vez comprobado el hecho se inició la matanza. Unidos, armados y decididos, acabaron con todas las brujas.
Una joven muy astuta logró escapar de la furia masculina y saltó a una elevada cascada, la Oklohl Warren, y se transformó en el pato de la cascada: pequeño, rápido y brillante. Otra, grande y enérgica, fue hacia la playa y escondió a sus hijas bajo su manto. Seguras, llegaron al mar donde se convirtieron en patos tarri alahksh.
Solo se salvó kre (luna), la más sabia de las mujeres y la más poderosa de las xohon uhante (shamán de alto rango) pero no escapó al martirio de su pareja el sol. Kren la arrojó sin piedad a las brasas provocándole quemaduras en la cara ‑que aún mantiene‑, pero después ella huyó. Corrió hacia la montaña Aklek‑Go-Oiyin y brincó desde la cima.
Continuó su vida eternamente acechada por el sol.

048. anonimo (ona)

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