Aunque muchos no quieran ni contarlo, la mayoría de
los pobladores de los distintos parajes de Santiago del Estero, conoce muy bien
la existencia de la salamanca.
Pero claro, cuando el frío aprieta y las noches se
quieren hacer largas, los lugareños se multiplican y el fogón invita a contar
cuentos de espantos.
La salamanca es definida como la escuela del
conocimiento y la viveza.
Su regente, que no es de los más buenos pero sí de los más
astutos, no es otro que el diablo, quien cobra a los asistentes la módica suma
de un almita o la vida de algún ser querido. ¿Qué es lo que tanto valor puede
tener para canjearlo por almas humanas? ¡Poder! Se les ofrece a los aspirantes
diferentes hechizos y embrujos con el fin de lograr algún cometido: amor,
dinero y demás lujos y placeres. Sin embargo, el diablo siempre gana y, aunque
la prenda sea el alma de otro, el demonio, vivo y paciente, cuando el
negociante muere se lleva de propina también su alma.
Muchos son los que afirman haber ingresado en la
sede misma del diablo... Cuentan que es un agujero grande y profundo en el
suelo, pero que no se ve fácilmente, está en medio del espeso monte o en las
barrancas de los ríos, donde se juntan sus seguidores, los estudiantes, a
aprender de sus interesan-tes clases.
Los parroquianos no escatiman detalles, afirman que
allí adentro hay grandes espacios: una sala inmensa donde los visitantes deben
acomodarse en asientos, que no son otra cosa que serpientes enroscadas. Y no
concluye ahí la cosa, serpientes más pequeñas y otras alimañas se arrastran por
el lugar entre los estudiantes y se trepan a sus cuerpos desnudos, probando su
coraje. Antes de comenzar cada clase se canta adorando al demonio y se
defenestra cualquier acercamiento a lo divino o celestial.
La ceremonia comienza en la entrada misma de la
salamanca, allí se muestra una figura religiosa que todo aspirante que se
precie debe despreciar, escupiéndola en la cara, para no quedarse afuera.
Una vez adentro comienza el aprendizaje de los
embrujos que buscan los concurrentes: manejo de instrumentos musicales, poderes
malignos y enamoradizos, habilidades para el baile, doma, la payada y todo lo
relacio-nado con las costumbres y actividades del lugar.
Los que viven por allí cerca afirman que en las
noches de invierno, de la entraña misma del monte se oyen los acordes y
melodías de innumerables instrumentos, y que al amanecer los vecinos salen a
averiguar quién estuvo de fiesta. Muchas veces no quedan dudas: son los alumnos
de la salamanca.
050. anonimo (quechua)
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