Los adolescentes eran separados del cuidado materno
para transformarse en un kloketen, afrontando una serie de pruebas muy
dificiles que les permitirían pasar a la categoría de adultos. Las madres los
despedían entre cantos y caricias. Al cabo de unos meses de duras experiencias
y privaciones regresaban al hogar en calidad de cazadores, mesurados en su
actitud, silenciosos e indiferentes frente a su familia, convertidos en seres
equilibrados, provechosos para la supervivencia de su grupo.
En algunas oportunidades se cazaba un guanaco y se
colgaba de las ramas de un árbol su carne a escondidas y lejos del alcance de
depredadores carroñeros. También podía mantenerse sumergido en un arroyo.
Entonces se le indicaba a los kloketen que salieran en su búsqueda siguiendo un
largo y complicado recorrido que incluía colinas o lagos. Debían traer de
regreso al menos su mismo peso en carne de animal. Un guardián oculto
verificaba que cumplieran el camino predeterminado.
Como los jóvenes habían crecido compartiendo el
pavor de las mujeres durante las visitas espeluznantes de los seres sobre-naturales,
creían en su existencia y dudaban antes de partir.
Viajaban solos o en pareja, armados con arcos y
flechas para subsistir. Los espíritus eran invulnerables a sus ataques pero
algunos, por ejemplo, fueron incapaces de subirse a los árboles.
Cierta vez, un kloketen aterrorizado pagó con su
vida el hecho de haber matado, literalmente, a un Short.
La estrategia consistía en esquivar la vigilancia de
Short y continuar con la búsqueda de la carne. Algunos corrían espantados de
regreso al hain, pero otros lograban treparse a un árbol y permanecer
esquivando los palos y piedras arrojados por el ser sobrenatural. Esté se
regocijaba al escuchar posteriormente los comentarios acerca del miedo que les
había provocado.
Cierto día, un aprendiz fue aceptado al hain. Fue
prevenido de la pronta llegada de un Short a su encuentro y le aconsejaron que
mantuviera su valor y su entereza.
Al arribar el Short, el muchacho comenzó a temblar.
Su deseo de huir fue rápidamente frustrado por su padre y sus amigos.
Resoplando y gruñendo, el espíritu lo enfrentó y se arrodilló, preparándose
para pelear. La lucha se inició y los presentes, entre risas, animaron al muchacho
y cuidaron de separarlos del fuego.
Short, respetando la tradición, se dejó ganar y el
kloketen comprobó su verdadera identidad. De este acto surgía generalmente una
segunda pelea que finalizaba una vez descargada la furia del muchacho.
Para representar el papel de Short se solía acudir a
un pariente del novicio para que continuara con el desarrollo de su educación,
al menos durante un año más después de la sorprendente revelación.
En ese período, el iniciado no debía comer médulas,
sesos y achuras de animales; se le exigían posturas pensativas y actitudes
silenciosas; debía atender con sumo cuidado las enseñanzas de sus mayores; se
le reclamaba obediencia y predisposición para las tareas indicadas, bajo pena
de castigos corporales. Los juegos de niños, las picardías y los
entretenimientos con las mujeres llegaban a su fin. Emprendía largas
exploraciones durante las cuales debía propor-cionarse sustento por sus propios
medios.
El aprendizaje de los muchachos era de carácter
normativo pero siempre se transmitían los motivos de los actos solicitados.
Entre los más importantes se destacaban los siguientes:
‑El hombre no debía ser glotón, porque se pondría
gordo y perezoso, inepto para la caza, y sus mujeres tendrían que alimentarlo a
pescado. Por este motivo, ella, corpulenta, expresaba que su marido era un gran
cazador.
‑No debía divertirse con las mujeres del propio
grupo para no provocar los celos de los hombres. Tampoco debía actuar de esa
manera con sus parientes femeninos porque generaría injuriosas sospechas acerca
de la relación con sus hermanas.
‑La mujer tenía que elegirse en un sitio alejado,
norma que favorecía el sometimiento femenino porque impedía cualquier tipo de
acción de sus parientes ante una disputa doméstica.
‑Fundamentalmente debía ser generoso con los
ancianos, para poder recibir alimentos en un futuro, cuando ya no pudiese salir
a cazar por sí solo.
En el grupo de seres sobrenaturales, Tanu, hermana
de Halpen, era roja como la arcilla decorativa; Ahkel, su madre, cruel y
maligna y muy poco vista; Cmantah provenía de la haya [1]
y lucía su corteza como atuendo; Kterrnen, hijo de Short, lucía pequeño y
bondadoso con las mujeres, quienes podían verlo de cerca.
El doctor Olimink era un integrante muy destacado
del grupo: bajo, amable y oscuro; llevaba una máscara y aparecía solo para
sanar heridas.
Para la ocasión, un ona se lastimaba el pecho y se
manchaba el cuerpo con su propia sangre. En aparente muy mal estado era
conducido hasta el poblado. Aunque el curandero y los demás hombres actuaban de
inmediato, los parientes expresaban su impotencia mediante lamentos y heridas
infligidas en sus propios cuerpos.
Entonces, alguien sugería llamar a Olimink. Corrían
hacia el hain en medio del tumulto y regresaban con éxito. Las mujeres y el
curandero que estaban asistiendo al fatal herido, se alejaban. Olimink, recién
llegado, succionaba la herida y extraía una punta de flecha desde lo profundo
de su pecho. Heroicos todos regresaban a la reunión exclusiva de los hombres.
Como consecuencia de la acción de cercado de los
colonos, los territorios de caza se superpusieron y esto dio inicio a disputas
que dificultaron las grandes reuniones amigables, así como las representaciones
más complejas.
Otro ser sobrenatural de distinto orden era Hashi:
habitaba cerca de los antiguos bosques quemados entre árboles caídos. Su
aspecto era semejante al de la madera quemada y húmeda, y se caracterizaba por
su tosquedad, su fuerza y sus gritos errantes en la noche. Ante su anunciada
cercanía todos se preparaban para huir despavoridos.
Muy malvado, arrastraba y mezclaba mantos y retazos
que extraía de las viviendas. Luego los derrumbaba, apagaba el fuego y abría
las cabezas de guanaco para devorar los sesos, su alimento predilecto.
Después del desastre, los onas regresaban a reparar
y ordenar los vestigios.
Mehn era una sombra que, o bien advertía acerca del
peligro, o bien lo alejaba de ellos. Asimismo, este espíritu era capaz de
alertar a la presa ante el acecho del cazador, o desorientar al perro de caza.
Atravesaba los bosques tan livianos como la sombra misma en días nublados.
Cuando alguien moría se producía la desaparición de su Mehn sin destino
conocido, tal como ocurría con los motivos de su apagado aliento.
Semejante al hombre, Yosi era un espíritu material,
con mujer e hijos pequeños. Solía atravesar la nieve sin dejar rastros y juntar
leña para una imposible fogata. Se aparecía ante la mirada atónita del cazador
solitario que intentaba reavivar el fuego que lo había acompañado durante la
noche.
Podía huir, permanecer suspendido en el aire o
sentado junto al visitante. Algunos muertos y mutilados fueron cargados en su
lista de malicia.
048. anonimo (ona)
[1] Árbol cupulífero de tronco liso, cuya madera de color blanco rojizo es
resistente y ligera. También se denomina haya a la madera del árbol de la haya.
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