Walichú o Háleksem era oriundo de Tandil. El terreno
irregular de la región lo hacía sentir muy cómodo y a salvo para desarrollar
toda su maldad. Cuando conoció las tierras del sur, tan escurridizas como las
de Tandil, decidió extender su morada. Desde entonces, los tehuelches también
perdieron la tranquilidad.
Su más asidua ocupación consistía en robar niños, se
deleitaba al percibir el terror que generaba su cercanía en las jóvenes madres.
Se trataba de un ser poderoso e inasible, inmune a cualquiera de las armas de
los guerreros, ¿cómo podían luchar contra él?
Aborígenes de distintas procedencias le dieron
nombres diferentes: gualichú para los quechuas; huecué para los mapuches;
halpén para los onas; nieblon para los indios del sur; o hálekasem para los
tehuelches. Pero, cualquiera sea su nombre, siempre que se lo menciona produce
miedo y terror.
Quienes conocen su historia o sufrieron sus
maldades, afirman que la malignidad de wualichú (o gualichú) no es siempre
igual, va de la crueldad destructora a una casi inofensiva y traviesa picardía.
Tal vez dependa del humor con que amanece, o si ese día anda aburrido, o del
respeto que sus altares naturales despiertan en los viajeros... La verdad es
que sus remolinos apagan los fueguitos mientras tratan de calentarse los niños
y las niñas ‑sus más queridos enemigos‑, y que su aliento helado mata a los
pajaritos refugiados en los matorrales, y que aúlla por las mesetas desoladas
asustando a cualquier humano que ose transitar por allí... ¿Podrá alguien
vencerlo?
El tehuelche sabe que es mejor apaciguar su espíritu
cruel con regalos. Por eso al recorrer la Patagonia y cruzar por sus
territorios paga el tributo obligado, porque si no lo hace, ¿cómo podrá
esconderse de sus terribles ojos que todo lo ven?, ¿cómo logrará pasar
inadvertidamente por los sitios sagrados sin despertar su casi ininterrumpida
ira?
Dicen los que saben que más que ocultarse o
disimular el miedo es conveniente convocar a su espíritu poderoso para que se
sienta homenajeado y no muestre su furia. También sugieren que, cuando se
transite su camino, se debe hacerlo muy silenciosamente y con sumo respeto. En
ese trayecto es muy común hallar al árbol del gualicho: se lo reconoce porque está
seco y solitario y su aspecto es el de un ser maldito. Cuando se lo encuentra
resulta necesario dejar cerca de sus rugosas raíces parte de lo que uno lleva:
trapitos y bolsitas con llancas (piedras pequeñas) que se pueden hacer cortando
y cosiendo los propios vestidos o ponchos. Esto satisface mucho al malvado
gualicho, porque cuando ronda ve a su mítico árbol florecido con un maravilloso
ropaje que ondula al viento. Es cierto, el viajero pierde retazos de sus
ropas... ¡pero, eso sí, llegará sano y salvo a su destino!
Sin embargo, con hermosear el árbol no alcanza, hay
que prestar atención a las piedras del gualicho que resaltan en el paisaje por ser tan
alucinantes y extrañas. ¿Cómo lograr que el gualicho, con su furia, no las
rebele contra el viajante? Cubriéndolas con los ricos alimentos que se suelen
llevar a cuestas: aceites, sales, o sustanciosas
y olorosas hierbas...
La tierra patagónica guarda con sumo cuidado los
secretos del espíritu, pero tiene sitios donde el misterio se deja ver pese a
las precauciones: la piedra del Collón Curá, la piedra de Caviahue, la piedra
Saltona de Cajón Chico, el meteorito de Kaper‑Aike, el Bajo del gualicho, el
Cerro Yanquenao, el Cañadón de las Pinturas, Las Cuevas de las Manos. Los
parajes solitarios son los preferidos por las almas que acechan a los viajeros
sin mostrarse, mimetizán-dose en árboles secos, plantas sagradas, piedras,
sendas, travesías... y hasta en el viento susurrante. Por eso hay que andar con
mucho cuidado, con mucho respeto y, sobre todo, con buenas ofrendas...
La existencia del gualicho ha sobrevivido al avance
de la cultura del blanco y convive con ella. Es tan poderoso este espíritu que
todavía hoy habita en el campo y en la meseta, asustando a paisanos y también a
pueblerinos. No distingue, no le importa, él solo disfruta haciendo el mal sin
mirar a quién. ¡Espíritu democrático si los hay!
Es porque al gualicho no le gusta que en las zonas
rurales no se cante de noche o no se use sombrero dentro de las casas; porque
al gualicho sí le gusta que se tema y se respete al aire malo, ya que se sabe
que está cargado de su espíritu.
¿Por qué se creen que en las ciudades se usan
amuletos, cintas rojas contra el mal de ojo, ruda macho o ajo macho, o se
encienden velas, o se compran hierbas para infusiones mágicas y lociones que
todo lo pueden? Solo para ahuyentarlo. También, los más viejos les confian a
los más jóvenes las palabras secretas para usar junto con los rezos y así estar
a salvo por un tiempo.
Los más viejos también dicen que Gualicho es un diablo
hembra, en realidad... y tal vez así sea porque quienes alguna vez estuvieron
cerca para ver, hicieron dibujos que se asemejan más a una contextura femenina
que masculina. Quizá por eso es que asusta a las mujeres y les roba sus niños.
De puro celo o pura envidia. ¿Quién sabe?
Pese a esa posibilidad, este espíritu maligno se
puede encontrar en actividades que se relacionan con lo masculino como el loncomeo, una danza netamente varonil
que el araucano tomó del tehuelche, en la secreta ceremonia de iniciación
ritual de los más jóvenes.
El arte rupestre que se puede ver en las cuevas del
sur patagónico posible-mente sea una de sus gloriosas obras. Y sí, se dice que
además de cruel y pícaro, es el artista hacedor de las míticas pinturas donde
manos fantásticas y extraños laberintos, huellas de pisadas humanas y no
humanas, animales estilizados y siluetas de cazadores, guardas de tigres,
máscaras que aterran, no hacen otra cosa que reproducir su inocultable espíritu
mágico. Si realmente fueron hechos por sus manos es que allí está su secreto
para cuando podamos descifrarlo...
Mientras tanto, ¿cómo conocer más de su vida? ¿Cómo
saber el porqué de su maldad? ¿Es acaso el gualicho el ancestro de las razas
aborígenes de la tierra austral? ¿O quizás, una versión americana del universal
espíritu guardián?
Siempre podemos seguir aprendiendo sobre él
porque... ¡nuestro gualicho está vivo! Tal vez la vieja sapiencia de los
chamanes pueda ayudarnos.
Pero esa es otra historia.
055. anonimo (tehuelche)
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