En tiempos de la invasión romana en España, dos jefes
del ejército invasor, Carisio y Antistio, penetraron con sus tropas en la Asturias tramontana
trabando con los naturales una gran batalla y haciéndoles huir hacia el río
Nalón.
Carisio, alejándose entonces de Antistio, remontó con
sus hombres el Narcea hasta cerca de Hernio. Enamorado del colorido del
paisaje, el caudillo romano sintió deseos de dar un paseo por la campiña, y un
día, mientras su tropa descansaba, marchó solo por el camino que conduce al
Lago Noceda. Paseaba distraído entre la fronda cuando distinguió allí cerca la
figura esbelta de una mujer hermosísima, con abundanté cabello, suelto hasta
la cintura. Era la xana Caricea, espíritu maligno de los lagos y las fuentes,
cuyo odio hacia los profanadores de sus dominios le habían hecho concebir una
cruel venganza contra Carisio. Este, al verla tan hermosa, se le acercó con el
intento de hacerla prisionera y agregarla al botín, ya nutrido, de bellas
asturianas que llevaba. Pero la hermosa xana huyó, de su lado sin darle tiempo
a pronunciar palabra. Carisio, cada vez más encendido de pasión ante tan rara
hermosura, la siguió algunos minutos sin alcanzarla. Llegaron así a la misma orilla
del Lago Noceda, y la xana, jadeante, detuvo su carrera extenuada por la
fatiga. Carisio pudo entonces llegar hasta ella, la contempló extasiado unos
instantes, se miró un segundo en sus verdes y transparentes ojos, y sin poder
aguantar por más tiempo su desbordado amor, la estrechó apasionadamente entre
sus brazos. La xana le dejó hacer pero luego, abandonando su papel pasivo,
rodeó con tal fuerza y con sus brazos el cuerpo del soldado que lo asfixió.
Cuando estuvo segura de que los pulmones de Carisio no respiraban, lo arrastró
hacia el lago arrojándolo a las aguas.
Inútiles fueron las buscas de sus hombres por aquellos
alrededores; nadie pudo nunca más hallar el cuerpo del joven Carisio sepultado
para siempre en las aguas del Lago Noceda.
100. anonimo (asturias)
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