El pueblo de Magacela se
derrama en una breve colina, en medio de la llanada de la Serena , en la hermosa
tierra extremeña. En la cumbre de esa colina hay unas ruinas, recuerdo lejano
de uno de los castillos mejor fortificados, de los puntos fuertes más
difíciles de conquistar por los cristianos en la época en que la Media Luna cedía a la Cruz.
Por los años de 1229, el
castillo que hoy vemos desamparado y en ruinas era el punto de partida de
numerosas excursiones y algaras moras contra los cristianos de Zalamea,
Medellín y Benquerencia.
Reinaba en el castillo un
bravo guerrero: Ahmed-Ben-Alí, descendiente del gran Almotamid. Y tenía una
hija cuya belleza era proverbial en todo el contorno, así como su valentía y
decisión.
En la época que hemos
indicado, dióse un fuerte impulso en la Reconquista. Por
allí, los guiones cristianos ostentaban la cruz de Alcántara, y los caballeros
de esta Orden heroica se aprestaban a la lucha, que por fin estalló. Primero fueron
algaras, expediciones de espionaje y tala; después, la masa del ejército
cristiano se puso en movimiento, y al mando de Arias Pérez, tercer maestre de la Orden , empezaron a
conquistar castillos y plazas fuertes. Ahmed-Ben-Alí hizo más potentes aún las
defensas de su torreado cerro; cavó nuevos fosos, preparó trampas y esperó así
los acontecimientos.
Éstos se precipitaban.
Tras una batalla encarnizada, el castillo de Benquerencia cayó. Un superviviente
que pudo llegar hasta el fuerte de Ben-Alí le advirtió que los cristianos se
preparaban para atacar su fortaleza. Y entonces el bravo guerrero musulmán,
dejando encomendada la defensa del castillo a su hija, marchó a presentar
batalla. Trabada ésta, fue desfavorable a las huestes musulmanas, y el valiente
Ben-Ali cayó, después de haber luchado heroicamente. Unos fieles esclavos pudieron
llevar la triste noticia al castillo en donde Leila esperaba. Grande fue el
dolor de la bella mora, que juró que aquel castillo nunca se rendiría si no
fuera con la destrucción de los defensores.
Fueron pasando los días,
y la lucha continuaba violenta; mas siempre se decidía a favor de los cristianos.
Al fin, el Maestre de
Alcántara, después de haber tomado Trujillo, se aproximó a la fortaleza en
donde Leila esperaba impaciente el momento del combate. Llegadas las huestes al
llano que está al pie de la colina, fueron dados varios asaltos, en los cuales
los cristianos, a pesar de haber conseguido poner pie varias veces en lo alto
de la muralla, fueron rechazados.
Era el último día del
año, y deseoso Arias Pérez de obtener la victoria aquella misma noche, ideó un
ardid. Una parte de la caballería, llevando antorchas, atacaría por un ala,
mientras los peones aprovecharían el engaño de los moros atacando por la
opuesta. Así se hizo. Hacia media noche, la caballería se puso en marcha,
agitando las antorchas. Los defensores del castillo, puestos al alerta,
ocuparon sus posiciones en los adarves, gritando:
-¡Los cristianos!
Mas creyendo que toda la
fuerza enemiga llegaba por la parte de los jinetes con antorchas, descuidaron
el lado opuesto, y por allí penetraron los peones, que se lanzaron sobre los
musulmanes, haciendo en ellos terribles estragos. Leila, que estaba cenando,
exclamó:
-¡Amarga cena para mí!
Y se lanzó al combate;
pero como sus leales habían ido cayendo uno tras otro, vióse rodeada de
caballeros cristianos, y antes de que ninguno pudiera apresarla, dióse muerte.
Y de la frase «Amarga
cena para mí» dicen que salió el nombre de «Magacela».
104. anonimo (extremadura)
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