¿No conocéis al Nuberu?
Pues en Asturias es un personaje de lo más popular.
Es como ser entre dios y genio.
O sease, hombre sobrenatural que dirige las nubes y
descarga las tormen-tas donde le parece con grave riesgo de las cosechas y de
los frutos.
Por eso los labradores asturianos, cuando le ven venir
montado en su nube, lanzan las campanas al vuelo y lo exorcizan de mil maneras
distintas; porque el Nuberu no es cristiano.
Algunos cristianos le buscan un parentesco con el
viejo Wotan de los teutones. Pero los asturianos dicen que vive en tierras de
Egipto y que...
Pero por si a alguno le interesa lo que dicen los
asturianos, vamos a referir su leyenda.
El Nuberu vive muy lejos, lejísimos, en Egipto, en lo más
alto de una abrupta y escarpada montaña y también por encima de ella,
naturalmente. Allí, cuando baja de sus nubes, tiene un magnífico palacio que
comparte con su esposa y sus hijos. Todos los días, el Nuberu inicia su viaje
en una nube, claro. Su verdadero nombre es Juan Cabrito; es muy alto y muy
feo. Viste pieles sobre el cuerpo y se toca con un viejo sombrerón de anchas
alas. Su fuerza es hercú-lea, colosal.
Cierto día, como tantos otros, el Nuberu se vino para
Asturias a lanzar sus tormentas. Era por Meguyines, en el puerto Sueve, y
cuando le vieron venir se asustaron mucho y acudieron al señor cura. Éste, que
era un santo varón, se encaró con el Nuberu y, después de tocar un rato la campaná,
le dijo a grandes voces:
-¡¡DESCÁRGALO AQUÍ!!
Y puso su zapato en medio de una huerta que era ni más
ni menos que la suya propia.
¡Y hubo que ver cómo se puso de granizo la huerta del
señor cura!
Al Nuberu le hizo mucha gracia aquella salida y tanta
risa le dio, que, se le escapó la nube y se le hizo de noche en Asturias.
Entonces pidió hospitalidad en casa de un labrador quien, sin saber por supuesto
con quién se la jugaba, se la negó. Un poco más allá llamó a otra puerta. Era
un labrador joven pero pobre, y cordialmente le dio entrada en su casa. A la
mañana siguiente, cuando ya se iba a marchar, el Nuberu le dio las gracias por
su afectuosa y amable acogida, y le dijo:
Si
vas a tierra de Egipto
pregunta por Juan Cabrito.
Y desapareció.
Se dio el caso de que poco tiempo después llamó el rey
a los cristianos para que fuesen a defender al Santo Sepulcro en Palestina.
Y allá fue nuestro labrador.
Tuvo la mala fortuna de caer prisionero y, después de
mil y una peripecias, fue a dar con sus huesos en Egipto.
Entonces se acordó de su huésped de aqtrel día, de
aquella noche para ser más exactos y concretos, y preguntó sencillamente por
el don Juan Cabrito. Muy extrañados quedaron
todos al ver que conocía a tan alto y poderoso señor y le indicaron su morada
en lo alto del monte.
El asturiano subió pacientemente la montaña y alcanzó
las puer-tas del castillo. Preguntó por el amo y su mujer salió a decirle que
no estaba en casa; pero que no tardaría en llegar y que esperase. A poco
aparecieron por allí los hijos de Nuberu y dijeron a su proge-nitora:
-Madre, a cristianazu nos huele!
-Callad, hijos. Se trata de un asturiano muy amigo de
vuestro padre que le está esperando.
Por fin llegó el Nuberu y tuvo lana gran alegría al
encontrarse con el labrador que aquella noche no muy lejana le diese cobijo en
su hogar.
-¡Hombre -exclamó, casualmente vengo de tu pueblo!
Pero no te apures que tus tierras están bien, muy bien. Yo me encargo de,
regarlas suavemente y te estás haciendo muy rico. No así tu vecino; a ése le
echo piedras y el hombre no levanta cabeza. No me olvido jamás del que me hace
bien, pero tampoco del que me hace mal.
-¿Y qué novedades hay por mi pueblo? -preguntó, con
vivo interés, el asturiano.
-Pues ciertamente importantes para ti. Todos
te suponen muerto y, como estás haciéndote tan rico, creo que hay varios que
cortejan a tu mujer y no sé si la convencerán. No puedo darte excesivos
detalles porque, en cuanto me ven llegar, se las ingenian con las mil y una
artimañas para echarme y dispongo de poco tiempo para poder escuchar
conversaciones. Pero piensa en lo que te he dicho respecto de tu mujer porque
las cosas, más o menos, van por ese camino.
El joven labrador, obviamente, se disgustó muchísimo
por aquella noticia. Entonces el Nuberu le prometió que al día siguiente le
llevaría a su pueblo en una nube antes de que su esposa tomara la decisión de
casarse de nuevo.
Y así fue. El labriego llegó a su casa y fue recibido
por su mujer con los brazos abiertos encontrándose con un saneado patrimonio.
Que aún fue a más, pues el Nuberu agradecido, no dejó de regarle las tierras
suavemente.
100. anonimo (asturias)
No hay comentarios:
Publicar un comentario