Translate

sábado, 25 de agosto de 2012

El monstruo de santo domingo


En tiempos remotos, los frailes de Santo Domingo de Oviedo, vivían en plácida y santa paz dedicados a la ora­ción y a cultivar la pequeña porción de terreno que rodea­ba el convento. Un día, luego de su cotidiano trabajo sobre la tierra, los frailes regresaron, como de costumbre, a hacer sus oraciones. Pero el Superior se apercibió, no sin asombrarse por ello, que uno de los bancos del coro se encontraba vacío.
Terminados los rezos preguntó por el fraile ausente pero nadie supo darle razón de él. Le buscaron en su celda y en el huerto, y no hallaron el menor rastro que pudiera ponerles sobre su pista. Muy intrigados por lo ocurrido, se dirigieron al anochecer a sus celdas, pero ninguno de ellos fue capaz de conciliar el sueño haciendo cábalas y formu­lando hipótesis sobre aquella sorprendente desaparición que nadie se atrevía a creer voluntaria.
Al otro día se levantaron obsesionados con el suceso, y hora tras hora, fueron cumpliendo, sin olvidar la preocu­pación, con sus cotidianos deberes. Estuvieron, como siempre, trabajando en el huerto, y cuál no sería su asom­bro cuando todos, al abandonar los aperos para hacer las consiguientes oraciones, se percataron de que otro fraile había desaparecido. Decidieron entonces investigar sobre los misteriosos sucesos, seguros ya de que algo muy extraño estaba sucediendo entre las paredes de aquel sacro recinto:
Recorrieron el huerto palmo a palmo y salieron de sus limites para asegurar-se de que no se encontrara por los aledaños del entorno el causante de sus males. Uno de los frailes pudo descubrir que a pocos pasos del terreno del convento, en una hondonada que quedaba oculta desde donde trabajaban, había una enorme gruta, guarida de un reptil antediluviano, con grandes alas y cuerpo.monstruo­so contra el que nada podía la fuerza huniana. Comunicó a sus compañerós la noticia; pero el Superior no se atre­vió a faltar al reglamento ni a dar solución alguna. Con más miedo que los días anteriores, salieron al huerto los frailes encomendándose todos al Señor y temiendo cada uno ser elegido como nueva víctima de aquel ser mons­truoso.
Como estaba previsto, el reptil, a la misma hora de todos los días, abandonó su gruta y con sólo un leve movi­miento de cabeza arrebató del huerto a otro de los frailes.
Así pasaron los días y el terror iba cundiendo en el con­vento sin ninguna posibilidad de defensa. Hasta que por fin, el más joven de los hermanos, que era uno dedos coci­neros, se presentó ante el Superior y le expuso que había ideado un plan para hacer desaparecer al monstruo, solici­tando su permiso para llevarlo a cabo.
A la mañana siguiente todos los frailes pudieron obsef­var cómo el hermano cocinero bajaba hasta la gruta del monstruo con un hermoso pan debajo del brazo que él mis­itio había amasado. El reptil, al percibir su aroma, salió de la gruta batiendo pesadamente sus enormes alas y echando fuego por las abiertas fauces. El hermano, entonces, le arrojó el pan, y la bestia se precipitó a engullirlo. Luego, en silencio y con la mayor humildad, regresó el hermano a su celda.
Aquella tarde, los frailes, ya más tranquilos y confia­dos, salieron al huerto sin que el monstruo hiciera su aparición. Bajaron entonces hasta la cueva para comprobar a qué podía deberse su ausencia y se encontraron a la horri­ble serpiente alada retorciéndose entre tremendos dolores y dando grandes rugidps. A los pocos minutos dio una bru­tal sacudida y quedó muerta. El hermano cocinero les explicó entonces que aquel pan, de calidad exquisita, lo había tellenádo de punzantes alfileres que probablemente habían perforado los intestinos del monstruo.
De esta suerte, el convento de los frailes de Santo Domingo de Oviedo, volvió a recobrar su paz y tranquili­dad habituales.

100. anonimo (asturias)

No hay comentarios:

Publicar un comentario