Translate

viernes, 23 de agosto de 2013

Santo domingo de la calzada y la gallina que cantó después de asada

Santo Domingo no tiene en la actualidad mucho predicamento, pero en tiempos remotos fue uno de los santos más venerados y queridos. La lista de milagros que se deben a su intercesión son innumerables y a partir del siglo XI su nombre aparece en muchos lugares, relacionado con sucesos prodigiosos.
Al parecer, Santo Domingo era natural de Viloria, en la actual provincia de Burgos, y su oficio era el de pastor de ovejas. La inspiración divina le llegó en plena juventud y pidió que se le admitiera en el monasterio de San Millán, pero su petición le fue denegada. También intentó que se le acogiera en el de Valvanera, pero también allí le dijeron que no. Estos desplantes le obligaron a convertirse en ermitaño y durante muchos años vivió alejado del mundo en los bosques del río Oja. Por aquellos años había gran afluencia de peregrinos: unos venían de Francia y Alemania, y otros eran aragoneses, navarros o catalanes. Las tremendas penalidades que sufrían los viajeros llenaban de lástima el corazón del ermitaño y decidió dedicar su vida a curar y cuidar a los devotos del Apóstol Santiago. Se dice que él solo, sin más ayuda, taló bosques y desbrozó senderos, de modo que los viajeros pudieran pasar de Nájera a Redecilla con más comodidad. También, según los habitantes de la zona, Domingo hizo levantar hospitales e iglesias donde los peregrinos podrían descansar en su lento periplo hasta Compostela.
Durante los noventa años que Santo Domingo estuvo en este valle de lágrimas, no hizo más que buenas obras y en todo su conducta fue irreprochable. Sus milagros, como se ha dicho, se cuentan por cientos. Se dice que con motivo de la construcción del puente sobre el río Oja, el Santo cortó con su mano dos encinas muy gruesas, con las que se pudieron fabricar los andamios necesarios. En cierta ocasión resucitó a un operario que había muerto bajo las ruedas de un carro; y también se añade una historia muy semejante a la de la reina Lupa en Galicia: dicen los libros que un señor de la comarca quiso burlarse de su buena fe y que le regaló dos toros bravos para que los ayuntase en un carro de labor. Santo Domingo amansó a las dos fieras y los toros fueron amarrados al yugo de muy buena gana, y sirvieron para los trabajos que el Santo llevaba a cabo en aquellas tierras. Al Santo se le tiene también por protector de los cautivos y encarcelados y se asegura que bajo su influjo han quedado libres muchos presos que solicitaron su auxilio.
Santo Domingo murió, según las cuentas, en el año 1109 y fue enterrado en una antigua iglesia donde los peregrinos descansaban y oraban. Sobre esa misma iglesia se construyó después la actual catedral de Santo Domingo de la Calzada y en sus alrededores fueron acomodándose familias hasta convertirse aquel lugar en la hermosa ciudad que es hoy. Se denomina la Compostela riojana, porque es uno de los emplazamientos más importantes de la ruta jacobea.
El milagro más popular de todos los realizados por Santo Domingo es el de las gallinas asadas y, según los cronistas, tuvo lugar el 3 de octubre del año 1400 (aunque esto es mucho afinar), La historia es como sigue: se dice que por aquellas fechas llegó a Santo Domingo de la Calzada un peregrino llamado Hugonell, hijo de una de las familias más piadosas de Colonia, en Alemania. Se alojó este joven en la posada y quiso descansar porque al día siguiente emprendería de nuevo su viaje hacia Burgos, León y Villafranca, hasta llegar a Compostela. El caso es que la moza de la posada se encaprichó del forastero y lo requirió de amores, pero el peregrino se negó una y otra vez y no quiso yacer con ella ni prodigarle sus caricias. Enojada y despechada, la moza cogió una copa de plata y la ocultó en el zurrón de Hugonell; después se fue a casa del corregidor y acusó al alemán de haber robado la vajilla de la posada.
Ya salía del pueblo Hugonell cuando varios corchetes le salieron al paso y, registrando su zurrón, descubrieron en él la copa de plata. De nada valieron las excusas del joven peregrino: fue encarcelado y le dieron suplicio durante siete días. Al cabo, el corregidor mandó que se le ahorcara en la plaza.
Los padres de Hugonell habían venido desde Alemania por ver si podían evitar tan duro castigo, pues creían a su hijo inocente. Pero el corregidor no les recibió ni quiso saber nada del asunto. De modo que, llegada la hora del ajusticiamiento, el verdugo tiró de la cuerda y Hugonell quedó suspendido en el aire. Obró entonces el milagro Santo Domingo y sostuvo al condenado por los pies, evitando su muerte. Los vecinos estaban asombrados y los padres del reo, aún más.
A grandes zancadas se dirigieron todos a casa del corregidor, que en aquellos momentos se disponía a cenar. «Vea el señor corregidor, vea», le dijeron los padres del muchacho. «Nuestro hijo es inocente y el mismo Santo ha impedido que muera: vivo está en la horca.» El corregidor soltó una gran carcajada y se burló de los piadosos alemanes:
-Sí, sí. Vuestro hijo está tan vivo como la gallina asada que me voy a zampar...
Y en ese instante, a la gallina que estaba en la bandeja comenzaron a salirle plumas y comenzó a cacarear y a cantar con gran alegría. Y se asegura que incluso puso un huevo en una copa. Y por esta razón se dice: Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada.
En el mausoleo de la catedral de Santo Domingo puede contem­plarse una figura del Santo con una gallina a cada lado; y en el muro junto al sepulcro se observa un gallinero labrado en piedra, con pinturas de gallinas a izquierda y derecha. El viajero podrá ver en este lugar un gallo y una gallina vivos, que recuerdan el famoso milagro que se acaba de relatar.
No obstante, otras versiones remontan el milagro a tiempos muy anteriores: los tiempos de la Reconquista. Se afirma que en aquella época los moros habían apresado a un caballero muy piadoso y que se le había encerrado en la carcel con mil cadenas. El caballero cristiano rogó a Santo Domingo, como patrón de los prisioneros que era, y le pidió encarecidamente que lo libertara. Tantas voces dio y tantas súplicas profirió que los guardianes moros acabaron por creer que el Santo vendría y desataría al cristiano. Un vigilante atemorizado se fue a su capitán, que en ese momento se disponía a comer un gallo asado, y le dijo: «Señor, el prisionero está pidiendo a Santo Domingo que lo libere; y lo hace con tanto fervor que por fuerza el Santo ha de venir y acabará salvándolo». El capitán moro tuvo mucho gusto en esta ocurrencia y se divirtió con grandes risotadas: «Por fuerza ha de ser como dices, ja, ja, ja... Pero más fácil es que este gallo que tengo delante comience a cantar, que el prisionero pueda librarse de mis cadenas». Mas en ese preciso instante el gallo cobró vida, le nacieron plumas y comenzó a cantar con gran alegría. Todos quedaron sobrecogidos y aterrorizados, pero el espanto llegó a locura cuando vieron que las puertas de la prisión estaban abiertas y las cadenas, rotas en el suelo. Los eruditos afirman que el capitán y sus soldados se convirtieron al cristianismo y que entraron a servir en un monasterio cercano, pero esta última circunstancia no está probada.

Fuente: Jose Calles Vales

0.003.3 anonimo (españa) - 018

No hay comentarios:

Publicar un comentario