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viernes, 23 de agosto de 2013

Leyenda de la bandera de aragón, cataluña y valencia

Existen varias historias muy semejantes en estas tres regiones españolas que narran, con alguna diferencia en nombres y épocas, el origen de las barras encarnadas que distinguen la bandera de estos pueblos. En la actualidad, la bandera de Cataluña muestra un fondo de oro sobre el cual pueden verse cuatro barras rojas; la de Aragón es idéntica, salvo por el escudo estampado en el centro; por su parte, la bandera de Valencia, llamada senyera, se conoce por la franja azul junto al mástil, pero también consta de las cuatro franjas rojas.
En cada una de estas tres partes de España se refieren leyendas que explican el porqué de su escudo de armas y en cada una de ellas se arrima el ascua a la sardina más cercana, esto es: se hace protagonista de la leyenda al héroe local más popular o se sugiere que las cuatro barras rojas nacieron de las hazañas de sus compatriotas. En cualquier caso, la versión más conocida es la siguiente:
Corrían los tiempos oscuros de la Edad Media, cuando gran parte de la Península se hallaba en manos de los moros, y cuando León, Castilla y Aragón apenas eran capaces de hacer frente a las hordas musulmanas. Por aquel entonces reinaba en Francia Carlos I, cuyos territorios se extendían por media Europa y alcanzaban hasta Barcelona: en aquellos días Cataluña se llamaba la Marca Hispánica o el Franco Condado, por pertenecer al reino de Francia. Carlos I de Francia no se veía menos apremiado que los pobres reyes de Hispania, ya que los fieros normandos asolaban las costas del norte, abordaban los barcos de comercio y de guerra, e incendiaban las aldeas marineras. Ante tan terrible aprieto, el rey envió noticias a su sobrino Wilfredo, que a la sazón era conde de Barcelona. Le pedía, o le rogaba más bien, que acudiera en su ayuda para derrotar de una vez por todas a las huestes normandas.
No dudó Wilfredo, llamado el Velloso, en acudir en ayuda de su tío. Un gran ejército de catalanes se puso en marcha y, llegados a las costas, entablaron fiera batalla contra los normandos. Hubo gran carnicería y las costas francesas se tiñeron de sangre: los muertos yacían entre las rocas de los acantilados y en las arenas; y ni siquiera Wilfredo se libró de una profunda herida provocada por una saeta normanda, lanzada desde los barcos norteños.
Pero al fin, los catalanes derrotaron a los invasores y éstos huyeron asombrados y atemorizados ante el valor de aquellos soldados venidos desde Hispania. El rey Carlos quiso recompensar a Wilfredo y le prometió grandes tesoros y haciendas. Pero Wilfredo negó con la cabeza y dijo:
-Ni riquezas ni bienes quiero, mi señor. Sólo lamento que habiendo dado los catalanes la sangre por Francia, nuestro escudo aparezca sin blasón ninguno y sin honores.
Pues era cierto que el escudo de Wilfredo no era más que un campo de oro, sin distinción ni ornamento.
Quiso entonces el rey Carlos honrar a su sobrino y a todos los catalanes, y mojando los cuatro dedos de su mano derecha en la sangre que aún destilaba la herida de Wilfredo, con un gesto imprimió en el campo de oro las cuatro barras rojas que hoy ondean en la bandera de Aragón, de Cataluña y de Valencia.

Fuente: Jose Calles Vales

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