El dios Tezcatlipoca, o Espejo de Humo, era el
dios de la discordia y de la hechicería, que precisaba, para su alimento, de
sacrificios humanos. Como gran contrario de Quetzalcoatl, decidió destruirle.
Para ello, y por no hacer sus efectos el licor de la inmortalidad, dio a beber
a Quetzalcoatl una especie de vino hecho de la fermentación de varias plantas.
El buen dios Quetzalcoatl acabó completamente borracho. Entonces mandó llamar a
su hermana y la amó carnalmente. Quetzalcoatl y su hermana, desde aquel
momento, cayeron en la más absoluta molicie y olvidaron toda obligación
religiosa.
Tiempo después, y ya consciente de su falta,
Quetzalcoatl ordenó que le hicieran un ataúd de piedras y allí se metió durante
muchos días y muchas noches para expiar su culpa.
Poco después pidió a sus gentes que le
llevaran junto al mar. Allí levantó Quetzalcoatl una gran pira funeraria y,
luciendo sus brillantes plumas de quetzal y la máscara que representaba a la
serpiente, se arrojó a las llamas. Hecho ya cenizas, se desperdigó el cuerpo de
Quetzalcoatl como una bandada de pájaros. A la llegada de la noche brilló en
los cielos una nueva estrella: era el corazón de Quetzalcoatl.
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