El rey Esqueneo de Esciros había educado a su hija
Atalanta sin privarla de ningún capricho. La joven era una experta cazadora y
se pasaba el día practicando, hasta el punto de que nadie se atrevía a competir
con ella.
Pero a fuerza de matar animales, su corazón se había
endurecido. Había terminado por parecer fría como el hielo y más dura que el acero
de su espada y más cortante que las flechas que utilizaba para sus cacerías.
Con semejante carácter, había perdido muchos
pretendientes y ya quedaban pocos hombres que se fijaran en ella.
Pero cierto día llegó al Olimpo Hipómenes, un joven
valeroso de pasado desventurado.
Venus, compadecida de él, le entregó tres manzanas de
oro del Jardín de las Hespérides y le aleccionó sobre cómo utilizarlas para
vencer en una carrera a Atalanta cuyo premio era, precisamente, su mano. Él
tenía que dejarlas caer distanciadas y ella volvería sobre sus pasos a recogerlas.
Mientras tanto, el muchacho podría seguir corriendo, y así llegó vencedor para
casarse con Atalanta.
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